LA DESAPARICIÓN DE LINDA WARREN
"Las criaturas continuaban teniendo sus bocas y miembros ensangrentados,
al parecer aquel pobre hombre no había sido suficiente para calmar su hambre".
Jueves 30 de noviembre de 1922
Esa mañana oí sonar el
timbre. Inmerso en la lectura como me hallaba, ni siquiera levanté la cabeza
del libro y esperé a que la señorita Jefferson abriera la puerta. Pocos minutos
más tarde, la periodista acudió a mí y me dijo que había un tipo raro en la
puerta. Alarmado, le pedí que buscara a Tachenko, que se hallaba en la caseta
del jardín, jugando con explosivos, como de costumbre.
Me dirigí a la puerta,
tratando de recordar dónde había colocado el arma, y vi al otro lado de la
puerta a este “tipo raro”. Su nombre era Vincent Sinclair, estudiante de
medicina en la universidad de Miskatonic y, al parecer, un potencial cliente.
Maldije a la señorita Jefferson por sus sospechas infundadas y le hice pasar.
Si bien no parecía
peligroso, su aspecto era de alguien ingenuo a estos horrores desconocidos, por
lo que no pude evitar sentir envidia, oculta bajo un nada sutil desdén.
Sinclair nos contó que su
amiga, Linda Warren había desaparecido hacía un año y estaba preocupado por
ella. Al parecer, en la habitación de Linda se encontraron unos extraños
dibujos, símbolos y mensajes crípticos. Sin ningún tipo de consideración que
pudiera sentir por él, comenté que si había desaparecido hacía tanto, probablemente
ya estuviera muerta. Esperaba una mueca de disgusto y diversas negaciones sin
ninguna base argumentada, pero Sinclair nos sorprendió al alegar que había sido
vista hacía dos semanas.
Tras ponerlo en común con
la señorita Jefferson y Tachenko, aceptamos el caso y, acompañados de Sinclair,
acudimos al domicilio de Linda en Century Street. Al entrar en el bloque de
pisos, notamos un hedor nauseabundo proveniente de uno de los laterales del
edificio, donde se encontraba el puesto del portero. El hedor provenía del
armario. Al abrirlo, un cadáver se precipitó contra el suelo.
Era el portero muerto,
degollado y acuchillado en ambos costados. En su piel había otro de esos
extraños signos. Este, sin embargo, pude relacionarlo a un rito vudú. Sinclair
dijo que el cadáver llevaba en el armario unos 5 días, dado el estado de
descomposición y la sangre seca que manchaba el suelo.
Como un loco imprudente,
el estudiante subió al piso de Linda, cuya puerta estaba abierta. El paisaje
que nos encontramos era desalentador. La puerta abierta había sido
evidentemente forzada y el piso entero había sido destrozado: muebles patas
arriba, papeles desperdigados…
En la habitación de Linda
encontramos el mismo símbolo que en el cuerpo del portero. En una de las
paredes se encontraba un mensaje escrito con sangre: “Yacerás viva entre los muertos.”
Lejos de devanarme la
cabeza con qué podría significar el mensaje, seguimos buscando y encontré, tras
el váter, una tarjeta del Witch Club, un pub de Arkham. Esa era nuestra próxima
pista. Inmediatamente después tuvimos un encontronazo con la policía, alarmada
por el cadáver en el piso inferior. Sin embargo, logramos salir indemnes al
contar Jefferson una serie de patrañas tan increíbles que fueron incapaces de
tomar en serio los propios agentes de la ley. Igualmente, no tenían razones de
peso para empapelarnos, por lo que nos dejaron marchar.
El resto del día tratamos
de recabar información en la biblioteca, el registro civil y la policía sobre
Linda, su familia y sus posibles enemigos. Por mi parte, también busqué pistas
entre libros sobre rituales vudú, pero no encontré nada que no supiera ya. Sin
embargo, fue Sinclair quien me dio la pista definitiva para esclarecer el caso
al haberse informado en el registro civil de que Nathan Warner, padre de Linda
Warner, había sido uno de los principales teóricos del Ku Klux Klan en Arkham.
El señor Warner había sido asesinado brutalmente, posiblemente en un ritual
vudú.
En mi cabeza comenzaba a
desarrollar una retorcida teoría. Partiendo de que Linda Warren y Linda Warner
eran la misma persona, era posible que aquellos que mediante rituales vudú
habían asesinado a su padre (la posible secta), fueran tras ella también (ya
que es lógico asociar los rituales de vudú a la gente de color). Eso explicaría
por qué Linda había desaparecido, pero la única pista que teníamos sobre su
paradero estaba en una tarjeta del Witch Club, al que nos dirigimos esa misma
noche.
Una vez dentro del pub,
hablé con la camarera y le pregunté por Linda. Dijo que por supuesto que la
conocía, de hecho parecían bastante cercanas. Hacía un tiempo había venido con
un hombre buscando un lugar discreto donde pudiera esconderse un tiempo. Trabajaba
en el bar y vivía en la trastienda, pero se había ido hacía cosa de un mes. Desde
entonces, no había vuelto a tener noticias suyas. También nos informó de que se
dejó una de sus maletas.
Logramos convencerla de
que nos dejara investigar la maleta, haciéndonos pasar por preocupados amigos
de Linda y queriendo conocer su paradero. La maleta en una primera instancia
sólo contenía ropa, pero con una simple mirada logré ver el bien ocultado doble
fondo, bajo el cual se encontraba, para mi horror, un muñeco vudú de trapo, al
parecer usado y con un mechón de pelo.
Logramos distraer a la
camarera fácilmente y salir del pub con el muñeco.
El hallazgo del horrible
muñeco vudú revolucionaba mis teorías. Si el muñeco era de Linda, ¿podría ser
que ella perteneciera a esta secta vudú? ¿Qué hubiera colaborado en la muerte
de su padre? Tenía la sensación de que cuanto más descubría más confuso era
todo.
Viernes 31 de noviembre de 1922
Me encontraba en la comisaría
de policía buscando información acerca de Linda Warren/Warner y su cambiante nombre
cuando me pareció escuchar a dos policías que comentaban el caso de un hombre
negro cubierto de tatuajes que se había vuelto loco y había tenido que recibir
atención urgente antes de ser trasladado al sanatorio de Arkham.
Con esa nueva pista, insté
a mis compañeros a acompañarme al sanatorio. Tenía la sensación de que ese hombre
era la pista que estábamos buscando.
Sobornamos a la mujer de
la recepción para que nos dejara unos minutos con el nuevo paciente, que no
paraba de vociferar: “La cosa del panteón”. Su expresión de terror era tal que
parecía haber sido expuesto a un horror cósmico. Nada más pudimos sacar en
claro, ya que el paciente comenzó a desestabilizarse y decidimos marchar a
buscar el panteón[1]
al cementerio viejo de Arkham.
Una vez en el cementerio,
preguntamos amablemente a un hombre por el mausoleo de los Warren. Al no
conocerlo, preguntamos por el mausoleo Warner y nos señaló donde se encontraba,
si bien nos advirtió que no deberíamos acercarnos allí, ya que aquel lugar
provocaba escalofríos a todo el mundo. Ignorando el consejo del apacible
hombre, marchamos de forma soberbia a ese tenebroso lugar.
Oh, cuán grande es la
soberbia humana. Parece que cuan más alto llegue el hombre más alta será su caída.
Ojalá en ese momento hubiera podido recordar que no somos nadie, del polvo
venimos y al polvo tornaremos.
Dentro del panteón,
encontramos una especie de altar al fondo, flanqueado por cuatro tumbas a cada
lado. Emocionado y demasiado seguro de mí mismo, decidí ir el primero y
dirigirme hacia el altar. En lugar de valentía o decisión, fue un acto de
estupidez.
A un lado de la puerta
descubrimos el cadáver de un negro tatuado, cuyos dibujos en la piel eran
similares a los del nuevo paciente en el sanatorio de Arkham. El cadáver había
sido parcialmente devorado hacía escasas horas.
Cuando llegué a la
conclusión de que lo que había en el mausoleo no era humano, ya era demasiado
tarde, y de los ataúdes salieron las criaturas humanoides similares a las que
encontramos en la mansión Terrify. Las criaturas continuaban teniendo sus bocas y
miembros ensangrentados, al parecer aquel pobre hombre no había sido suficiente
para calmar su hambre.
La visión de ese horror de
ultratumba me hizo esgrimir mi pistola y disparar a la criatura más cercana.
Maldita mi suerte, no fui lo suficientemente certero y el ghul se abalanzó sobre
mí y me arañó con sus pútridas garras. Otro de los necrófagos, percatándose de
que estaba debilitado, me atacó a su vez, clavando de nuevo sus garras en mis
músculos. El dolor era tal que me desplomé en el acto.
Mis compañeros lograron
mantener a raya las criaturas y Sinclair se arrodilló en el suelo, cogió su
maletín médico y trató de estabilizarme. Una vez lo logró, volvió a agarrar su
escopeta y siguió abriendo fuego contra los ghules.
Me dirigí penosamente
hacía la puerta del mausoleo abandonando la lucha. Logré encontrar al vigilante
y le pedí que me llevara al hospital.
Mientras tanto, mis
colegas lograron acabar con los engendros infernales y descubrieron a Linda en
uno de los ataúdes, la cual, como me contaron más tarde, estaba en periodo de
gestación.
Cuando se disponían a
trasladarla al hospital, un enorme ghul surgió de las profundidades. La bestia
atacó a mis compañeros, dejando herida a la señorita Jefferson. Gracias a Dios,
Tachenko dio buena cuenta de él y pudieron llevar a la señorita Warren al
hospital, así como a la señorita Jefferson, cuya gravedad de las heridas era
más acusada que la mía.
Una vez en la sala de
partos, Linda dio a luz a un ser horrible, extraño e informe. Nada más asomar
la cabeza, uno de los médicos presentes en la sala se suicidó clavándose un
bisturí en la yugular.
Afortunadamente, Sinclair
pudo destruirlo con la ayuda de su arma. Sin embargo Linda no sobrevivió a dar
a luz al monstruo, que se había abierto paso en su interior devorando las
entrañas de su madre.
[1] A pesar
de que lo que había pensado en un principio, no se refería a un panteón en su
significado etimológico de “todos los dioses”; sino a un mausoleo, construcción
monumental que se halla en los cementerios.