martes, 17 de noviembre de 2020

Guía de viaje del Padre Stone - Última Vuelta (FINAL) - Forgiven Desencadenada

La "Guía de viaje del Padre Stone" es el nombre que reciben una serie de posts de género fantástico-medieval, pertenecientes a la saga de relatos: Forgiven Desecadenada, que se haya ambientada en un mundo de creación propia llamado Gloom.

Si este es el primer relato que habéis encontrado de la sección os invito a leer la introducción a la misma aquí. Si deseáis empezar directamente a leer desde el primer capítulo podréis hacerlo desde este enlace. Y si en cambio queréis echar un vistazo a todos los capítulos publicados hasta la fecha, podréis hacerlo aquí o pulsando en "Guía de viaje del Padre Stone" en las Categorías del blog, situadas a la derecha de esta entrada. 

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Décima Vuelta

"La orgullosa comitiva se dirigía hacia la Fortaleza Gris, el ciclópeo hogar de Blaine, tirano de Forgiven."

No me permitieron entrar en el templo.

"La casa de Dios está vedada para un alborotador como tú", eso me dijo el hermano que me impidió el paso. Había repugnancia en sus ojos verdes. No era el único allí con esa mirada.

Traté de explicarme y dije que había venido a ver al Padre Venerable. El sacerdote respondió que había sido el propio Puro quien había dado la orden.

Desesperado, apelé a la Sexta Regla de Cristal, pero ellos hicieron caso omiso a mis palabras. A nadie le importaba.

Me marché y Vanish me siguió en silencio.


Salí del Kandro Feliz tan pronto como abrí los ojos. Los gritos del último de los Doce de Vice se habían convertido en tenues gemidos de dolor a medida que pasaban las vueltas menores. Apenas había podido descansar. Vanish había dilatado la agonía del lysandro mucho más de lo que había creído posible. Pero Storm se había mostrado firme. Insultó a su torturador, lo maldijo y lo retó para que luchara contra él cuerpo a cuerpo, como un lysandro. Storm tenía la fuerte voluntad de un guerrero. Tardó una vuelta menor en suplicar por su vida.

¡Qué el Negro sangre sobre nosotros! ¿Cómo pudimos ser tan estúpidos? El plan para acabar con los Doce de Vice podría haber funcionado si no hubiéramos sido tan descuidados.

La culpa era mía. Titán nos había acompañado la primera vez que Fade y yo visitamos la casa de Vice. Debí imaginar que su guardia habría reparado en ella, así como en el resto de esclavos que nos escoltaron hasta el hogar del Notable.

Habíamos estado extrayendo la toxina de la boca de los kandros durante tres vueltas menores hasta que tuvimos el suficiente veneno para dejar a una docena de mercenarios fuera de combate. Pero el plan era demasiado arriesgado, y ambos sabíamos que estaba lejos de ser infalible. Si éramos descubiertos...Vanish había insistido en estar presente y usar su magia si todo lo demás fracasaba.

Maldición.

Había intentado que Vanish entrara en razón. Le dije que, aunque los Doce de Vice murieran, ya era demasiado tarde para continuar en el juego político. Su desaparición no pasaría desapercibida para el Gremio de Mercenarios y los Capas Grises no tardarían en fijar su mirada en nosotros. Además, una cantidad de poder semejante a la que había convocado no era algo que los Oscuros fueran a pasar por alto. Tratar de averiguar la fatal ventura de nuestros predecesores rebeldes había resultado imposible. Ya no podía ser nuestra misión, nunca lo había sido. Debíamos actuar de inmediato y alzar a los esclavos antes de que fuera demasiado tarde.

Mi testarudo compañero no quiso escucharme. Sí, coincidió conmigo en que debíamos poner el plan de liberación en marcha, pero pensaba reunirse con Silverborn de todos modos, con o sin mi bendición.

Salí de allí hecho un groaaco. 

Tendría que ser yo quien se ocupase de hacer todos los preparativos.


No iba a quedarme de brazos cruzados. No ahora que estábamos tan cerca. 

Extraje la energía de uno de mis argems negros. Coloqué mis manos con las palmas extendidas sobre la pared de gloomita y me concentré. Estábamos en la parte trasera del Templo de Crystaline. 

Sólo tardé unos segundos en sondear la roca y encontrar el acceso secreto. Moví la mano y la lisa piedra se abrió ante mí, revelando un oscuro pasadizo cuyo fondo estaba iluminado por la luz de las antorchas. 

Somnus tenía razón. El corredor conectaba con las dependencias interiores del templo.

Ofrecí a Vanish el gran argem hueco que Crystaline me había otorgado siete Vueltas atrás. Él lo necesitaría mucho más que yo. Me lo agradeció con un gesto y ambos entramos en el pasadizo.


Regresé a la botica de Galeno y allí me encontré con una agradable sorpresa. Somnus, que llevaba toda una Vuelta Mayor bajo los mágicos cuidados del curandero, ya era capaz de caminar por sí mismo, e incluso hablaba débilmente. Pese a que estaba lejos de hallarse completamente recuperado, al verme mi joven hermano se forzó en componer una sonrisa en su demacrado rostro. 

Había cambiado, sí, pero en el fondo seguía siendo el lysandro con aquella alma libre que había conocido en el templo tantos ciclos atrás. 

Feliz de poder hablar al fin con él, pasé las siguientes vueltas menores conversando con el recién recuperado sacerdote. Le conté sobre mi estancia en Forgiven, le hablé sobre mi misión y le relaté las peripecias de mi búsqueda. Abrió mucho los ojos con incredulidad cuando llegué a la parte en que visitaba el templo para hacer confesar a Wraith y casi cayó de la silla cuando le describí cómo había atravesado mi propio corazón con la daga de hierro de una sacerdotisa de El Negro

Por su parte, él me contó que llevado por el vino había desafiado a un par de sacerdotes de El Negro en una Vuelta aciaga. Pero estos no eran unas sombras cualesquiera, y Wraith y Fear se habían cobrado su venganza atacándolo mientras estaba ebrio. Y eso no había sido todo, pues tras dejarlo al borde de la muerte lo habían convertido en su prisionero. En ese momento, se encontraban cerca del templo de Crystaline, por lo que ambos demonios decidieron llevarlo al Vergel, donde coaccionaron al posadero para que evitara informar sobre su crimen. Habían torturado a mi hermano durante tanto tiempo y en tantas ocasiones que hacía mucho que había perdido la cuenta de las Vueltas. 

El buscador se estremecía al evocar su suplicio, por lo que le pedí que parase y le dije cuánto me alegraba de que no se hubiera rendido ante ellos. Sin embargo, teníamos que hallar la forma de que abandonara la ciudad.

Le hablé de la inminencia de nuestros planes y su rostro perdió el poco color que había ganado, sobre todo al mencionar mi determinación de hacer una última visita al Padre Venerable. Intentó disuadirme entre susurros y puso todo el empeño de su débil voz en ello. Pero mi decisión estaba tomada, y así se lo comuniqué, tajante. Somnus debía salir de la ciudad tan pronto como le fuera posible, y debía recoger el manuscrito que hallara en el Kandro Feliz antes de ello. Yo mismo lo dejaría allí a la primera vuelta de mañana, tan pronto como la tinta se secase. 

Como ya os habréis imaginado, queridos lectores y querido amigo Somnus, este que ahora tenéis en vuestras manos es el manuscrito al que me refería con esas palabras. 

Tengamos o no éxito en la Vuelta de mañana, mi camino concluirá de un modo u otro, y con él, esta guía de viaje, por lo que no tiene sentido que sea yo quien la siga albergando durante más tiempo. El propósito del registro de mi viaje tenía una finalidad práctica desde el principio, y aunque mucho ha cambiado todo desde entonces, no ha variado mi intención de que mis palabras sigan siendo útiles en el futuro ya sea para viajeros, eruditos, novicios, o apasionados rebeldes. Así, aunque yo muera, al menos permanecerá vivo mi recuerdo.

Oh, Somnus, una vez supiste que mi decisión era firme intentaste disuadirme para venir con nosotros. Pero no podía permitirlo, hermano, no esta vez. Tú ya has sufrido demasiado.

Pero recordarás, que hubo algo en tu historia que había llamado mi atención. No entendía cómo, pese a la negligencia del Sumo Sacerdote, esas sombras de El Negro se habían atrevido a secuestrar a un clérigo de Crystaline tan cerca de su propio templo. Aquí Somnus, te sonrojaste y me confesaste que te hallabas intentando entrar por una puerta secreta, escondida en la fachada trasera del santuario. No hizo falta que me dijeras que era un acceso habitual, usado por los más indignos sacerdotes para evadirse de las tareas de la orden.

Nuestra despedida fue dolorosa, como es doloroso el recordarlo al escribir estas palabras. Con las frentes apoyadas y mis brazos en tus hombros, deseé una última vez que Crystaline guíe por siempre tus pasos.

Adiós, hermano, adiós. 

Ojalá que en otra vida volvamos a vernos. 


Esta vez no lloré ante su puerta. 

Me anuncié a mí mismo en voz alta, clara y resonante. Puro abrió apenas una rendija y con voz trémula me pidió que me marchase, me dijo que había importantes asuntos que requerían de su atención.

Su aliento apestaba a mentira. Hedía a pecado. 

Empujé con mi magia la puerta de sus aposentos y el viejo no tuvo más remedio que dejarme pasar al interior antes de cerrarla lentamente. 

Vanish echó un discreto vistazo y permaneció en el pasillo, oculto. Puro no se había percatado de su presencia. 


Una vez salí de la botica me dirigí hacia de nuevo hacia el Kandro Feliz, pues con suerte Vanish habría terminado ya su conversación con Silverborn y yo podría coger papel y pluma para informar a nuestros escasos aliados sobre la inminencia y los detalles de nuestro plan.

Además, era en la propia taberna donde me había citado con Greed a la sexta vuelta menor para discutir los detalles de nuestro contrato, pues mi visita de la pasada Mayor al Gremio de Mercenarios me había arrojado una inesperada sorpresa.

Fue allí donde, por casualidad, reconocí por su curiosa armadura de escamas a Greed, aquel lysandro que nos habíamos encontrado hacía ocho Vueltas Mayores en la entrada de Forgiven. Llamé su atención y el mercenario se acercó a mí de buen humor. Ambos charlamos animadamente hasta que el Notable Smelter tuvo a bien el recibirme.

En ese tiempo, Greed me confesó que las muertes de Mason y de Vice habían dejado a muchos de los mercenarios que los servían sin trabajo, él entre ellos, pues había estado durante casi un deciclo vigilando uno de los campos de argems de los esclavos. Me alegró saber eso y decidí contratarlo por dos sigmas la Vuelta Mayor. 

Si su bruñido peto y lo afilado de sus armas no mienten, Greed se trata de un guerrero avezado y, aunque su lealtad dependa del tamaño de mi bolsa, sabiendo lo arduo de nuestra última tarea prefiero contar con toda la ayuda posible en nuestro empeño. Además, en el peor de los casos tan sólo tendría que pagar al mercenario una única jornada de su sueldo.

Ya casi había llegado a mi destino cuando los vi.

Por su indumentaria, supuse que Vanish volvía de su cita con Silverborn. Vestía el jubón verde y el lujoso brial que yo mismo había encargado para él por ser la moda entre los esclavistas de Forgiven. Sin embargo, su cabeza estaba gacha y sus rodillas flexionadas, como si fuera una serpiente de las rocas a punto de saltar sobre su presa. Amenazante, la mano enguantada de mi amigo estaba sobre la empuñadura de su fiel daga.

Frente a él, también en actitud de desafío, había un lysandro alto y fornido. Portaba la loriga argentada y la capa de color plomizo propia de la guardia de Forgiven. Su tullida mano derecha estaba completamente cubierta por un guantelete metálico que parecía adherirse al brazal de su antebrazo. Con la mano hábil aferraba su arma, una espada larga que de momento permanecía envainada. Su rostro estaba cubierto de cicatrices, la más terrible de todas ellas una vieja quemadura que comenzaba en su oreja para terminar en la cuenca vacía de su ojo izquierdo.

Fue por su único ojo como pude reconocerle. Tras capas y capas de odio y dolor se hallaba el alma de Maese Forgeron. 

Mi corazón se detuvo un instante al reconocerle, pero el tiempo siguió su curso y ambos, Vanish y Forgeron continuaron hablando entre dientes, danzando sin perderse mutuamente de vista. No tardarían en hacerse pedazos.

Ingenuo de mí, lo primero que hice fue alegrarme por su regreso, una voz cruel en mi cabeza trató de explicarme lo que veía diciendo que mi compañero había llevado a cabo una excelente labor de infiltración. Qué El Negro sangre sobre mí, por mucho que Vanish me hubiera advertido sobre ello, jamás habría esperado que fuera cierto que el herrero nos hubiera traicionado.

Pero allí estaba, portando con orgullo el uniforme de los Capas Grises

Le dijo a Vanish que no volviera a llamarlo Forgeron. Forgeron había sido capturado por la guardia mientras investigaba en las canteras de Mason; Forgeron había sido martirizado durante Vueltas Mayores en los oscuros calabozos de la Fortaleza Gris; Forgeron se había mantenido firme en los interrogatorios, no revelando información alguna sobre nosotros y nuestra misión; Forgeron había permanecido leal a la Rebelión y eso le había costado un brazo y un ojo. 

No, ya no era Forgeron. Forgeron había muerto, abandonado por sus compañeros en una celda solitaria. Forgeron había muerto pensando que lo habíamos olvidado. Ahora, su nombre era Torment, y lo habían enviado allí para destruir a Vanish.

Con pesar, comprendí que yo no era el único que había renacido. 

Crystaline, tú sabes que olvidarlo nunca había sido mi intención. Cuando no regresó de las canteras del Notable yo quise buscarlo, quise volver y preguntar por nuestro compañero, quise hallar su paradero también, como el de Somnus y Mason. Me preguntaba dónde estaría, dónde podía hallarse aquel meditabundo y entrañable lysandro, incapaz de encender una simple llama sin su insólita magia. Lo recuerdo aún, con expresión serena y las manos sobre la herida de Vanish mientras suplicaba su ayuda a Gea. No me había olvidado de él, Crystaline, lo juro.

Pero...Vanish... Él me convenció de que nos había traicionado, de que nos había vendido a los Oscuros o había desertado de la Rebelión y escapado de Forgiven. El pequeño me confesó que había algo en Forgeron que le inquietaba, quizá fuera que de algún modo percibía que, como él, el herrero también era un Garip. Pese a ello, yo jamás habría aceptado los planes de Vanish para silenciar a nuestro compañero. La de las canteras no fue su primera ausencia, y pensé que Forgeron regresaría de nuevo al Kandro Feliz con una nueva e increíble historia. Y la habría creído, pues pese al recelo de Vanish, yo siempre había confiado en la pureza del alma del Maese herrero.

Pero Forgeron no regresó de las canteras de Mason, y poco a poco mi confianza en él y en su regreso se había ido erosionando por los comentarios de Vanish, el único que seguía a mi lado. Tributo de Sangre. En el mejor de los casos, había llegado a considerar a mi compañero como una pérdida necesaria, un sacrificio más en la Guerra Eterna. Y Dios sabe que no son pocos los que he hecho para cumplir con mi misión. 

Y ahora, tal y como Vanish había profetizado, nuestro antiguo compañero había vuelto a por nosotros y, aunque fuera el mismo lysandro el que teníamos delante, poco quedaba del ánimo de Forgeron en Torment. Su habitual serenidad estaba crispada por la tensión. Su habla antaño sosegada ahora no hacía más que despedir odio. Y nosotros, nosotros éramos los culpables. 

Mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude contenerme. Sollozé de pesar, pues no había lysandro capaz de impedir que mis dos amigos se mataran entre ellos. 

Torment escuchó mi llanto y alzando la cabeza sobre la figura de Vanish me reconoció. La mano que le quedaba tembló al llamarme por mi nombre. Alzó una voz rasposa, como si cada una de las palabras que pronunciara le clavase un hierro en la garganta. Nos instó a abandonar la ciudad y deponer las armas. Pathos, líder de la guardia de Capas Moradas de Blaine, nos había prometido un salvoconducto seguro a través de los Pilares del Mundo, pero sólo si aceptábamos su oferta. De lo contrario, Torment nos advirtió que no podía dejarnos con vida. Nos avisó a ambos, pero sé que se dirigía a mí mientras lo hacía. Vanish jamás habría escuchado sus palabras.

¿Era eso, Crystaline? ¿Debería haber aceptado su propuesta cuando todavía estaba a tiempo? ¿Debía renunciar a todo lo que lo había construido aquí por la Rebelión? ¿Al destino que me habías revelado?

No. No podía dudar entonces igual que no puedo dudar ahora. Sé lo que debo hacer, siempre lo he sabido.

Vanish contestó por mí y desenvainó su daga en un hábil movimiento. Al tiempo que lo hacía, el aire comenzó a vibrar y zumbar a nuestro alrededor. Iba a volver a hacerlo. 

"Me lo imaginaba", musitó Torment mientras desenvainaba e invocaba su propia magia. Con el sonido de un trueno, su espada y guantelete comenzaron a centellear con pequeñas chispas azules que saltaban de acero en acero.

Ambos eran Garip. 

Se arrodilló el sacerdote frente al cuenco.

Ninguno de los dos sobreviviría al enfrentamiento. 

Vació en su interior su bolsa de monedas.

No podía permitirlo, Crystaline. No podía hacer esto yo sólo. 

Colocó el argem con exquisita reverencia.

Debía detener aquella locura, aunque no hubiera lysandro capaz de hacerlo. 

Pidió su Don entre lágrimas doradas.

Espero que en el futuro puedan perdonar lo que hice. 

Y habló con la voz de los dioses.

Chasqueé los dedos y usé el poder de mis argems para alzar la piedra del suelo y recubrirlos a ambos de un armazón de gloomita. Fue la misma estrategia que había usado para defenderme del ataque de los sacerdotes de El Negro, pero sólo así me aseguraba de que escucharían mis palabras. 

Solo así me aseguraba de que comprendieran. De que Proto les hiciera comprender. 

Qué El Negro sangre sobre mí. ¿Qué no estoy dispuesto a hacer por mi propio ego? ¿Existe acaso algún límite que mi taimada alma no se atreva a cruzar?

Ambos escucharon mi voz con fascinación hasta que terminé de hablar y el poder de Crystaline abandonó mi cuerpo. Sentí como mis fuerzas desaparecían de golpe, y no pude evitar desfallecer de puro agotamiento. 

Vanish no dejó que cayera al suelo, y transportándose hasta mi ubicación me tomó entre sus brazos. Con la mirada entrecerrada pude ver cómo Torment se acercaba a nosotros. Había soltado su arma y su único ojo brillaba, lleno de lágrimas. 

Forgeron había vuelto. 

De nuevo los tres reunidos nos dirigimos en paz a la posada. Greed nos esperaba allí con expresión de sorna. 

Había mucho que discutir, todo un plan que elaborar y Forgeron... Forgeron tenía mucho que contarnos.


Esperé a que confesara su abominable traición. Pensaba que llegado el momento el Padre Venerable se arrepentiría ante Crystaline y asumiría la culpa por sus execrables pecados.

No lo hizo. Me dijo que era un estúpido por pensar tales cosas. 

Yo seguiría siendo un estúpido, pero su pecado era mayor; pues él, al igual que Wraith, también me había subestimado. 

Un pensamiento.

La roca bajo los pies de Puro detonó con un sonoro estallido. 


Cuando Forgeron se marchó de vuelta a la Fortaleza Gris me giré hacia Vanish y lo abracé de forma repentina. 

El pequeño se sobresaltó e intentó liberarse, aunque lo cierto es que no puso demasiado empeño en ello. Quizá el eco de la voz de Proto todavía resonara en su mente. 

A diferencia del de Diven, Vanish siempre había estado conmigo. Le había salvado la vida en nuestro encuentro con los ghuls. Conseguí cubrir su rastro cuando los carteles de su rostro aparecieron en toda la ciudad. Logré la indumentaria y lujo precisos para hacer de él todo un esclavista. Ideé el plan necesario para su alianza con Vice. Me enfrenté junto a él a los ladrones de la Mano Negra. Di mi voz para que consiguiera recuperar a Mason. Lo velé en la botica de Galeno, cuando estuvo convaleciente por sus heridas. Y me había puesto en peligro para ayudarle a acabar con los Doce de Vice.

Juntos, siempre juntos. Así había guiado sus pasos. Ambos compartíamos nuestro destino.

Y yo no podía hacer esto solo. 

Nada más deshacer nuestro abrazo clavé mis ojos dorados en los suyos, de color azabache, y confesé que esta vez era yo quien necesitaba su ayuda.

***

Puro hizo explotar el recubrimiento de argem. Las esquirlas del armazón de cristal salieron disparadas como afiladas estacas en todas direcciones. 

En apenas un parpadeo, un vórtice se abrió a mi espalda y la mano de Vanish me agarró de la túnica, tirando de mí hacia atrás.

Cuando volví a abrir los ojos me encontré sentado de culo en el suelo y la vorágine de magia desaparecía en el aire ante mí. Me giré con incredulidad y vi que las esquirlas habían atravesado la piedra de la pared de donde había estado. Me estremecí al pensar lo que habrían hecho de hallar mi carne. 

Mi hechizo había fallado, pero el combate continuaba delante de mí a toda velocidad. Vanish saltaba de portal en portal con tanta gracilidad que sus pies parecían no tocar el suelo. Sus estocadas provenían de todas las direcciones posibles, y el Maestro Cristalero empezaba a encontrarse en problemas para detenerlas todas con su gran escudo de argem. 

El viejo estaba agotado. Sudaba copiosamente y sangraba por una decena de pequeños cortes. Cada vez que sus reflejos fallaban y erraba en colocar la mágica protección de cristal, la inclemente daga de Vanish abría un nuevo surco en su carne. 

Pero no era suficiente.

Los fragmentos de argem explotaban alrededor de mi compañero, y se convertían en astillas voladoras que hostigaban a Vanish y lo hacían retirarse de un portal a otro para atacar desde una nueva posición. Era rápido, pero aun así no podía evitar que la mayoría de sus golpes se encontraran con el escudo de argem. Pese a sus excesos, el Sumo Sacerdote era diestro en el arte de la hechicería.

Al ritmo en que Vanish usaba su poder, la energía del argem hueco que le había dado no tardaría en agotarse y las heridas que infringía a Puro eran demasiado superficiales como para que el veneno de su arma actuase con rapidez. Él, por el contrario, no podía permitirse ser alcanzado por un sólo cristal.

Debía acudir en su ayuda antes de que fuera demasiado tarde. 

Me alcé del suelo y busqué en mi interior la llama de Crystaline

Bramé el nombre de Puro y sentí cómo el hereje enmudecía de terror al mirarme.

Cerré los ojos e inspiré siete profundas veces, buscando en cada aspiración la paz que había sentido durante mi sueño en la pirámide de cristal. Casi sentí de nuevo como los argems perdían luminosidad, cómo mi piel resplandecía con su brillo multicolor y mis ojos relucían de esplendoroso oro.

Pero no fue así. Aquello nunca ocurrió. 

Crystaline no estaba de mi lado. 

La daga se clavó en el corazón de Puro con un sonido sordo. 

A espaldas del traidor, Vanish jadeaba con la mano en la empuñadura de su arma. Miraba al suelo con el flequillo caído sobre su frente, ocultando así su rostro. Tras él, un vociferante portal de energía azul. 

Los ojos del Sumo Sacerdote se envolvieron en tinieblas mientras las piernas le fallaban. Cayó de rodillas. En apenas un latido de corazón, las heridas dejaron de derramar sangre para supurar pus negruzca y maloliente por todos los poros de su cuerpo. Al fin, el veneno surtía efecto. 

El hereje murió arrodillado, como si implorase por última vez a Crystaline que lo salvara. 

No había sido limpio. Lo había distraído el tiempo suficiente como para que Vanish hubiera invocado un vórtice fuera de su rango de visión. Él había empuñado el arma, pero había sido yo quien lo había asesinado. 

Mi compañero alzó la cabeza y extrajo con dificultad la daga del cadáver del viejo. 

No habló. Yo tampoco. 

El resto de los sacerdotes no tardaría en acudir alarmados por el ruido, y más aún cuando, al deshacerse la magia que los animaba, todos los cristales de la habitación cayeron al suelo con estrépito y se deshicieron en pedazos.

Debíamos marcharnos. 

Vanish invocó un nuevo portal, uno que nos sacara de allí. Se giró, invitándome a cruzar junto a él. 

Crucé, y no miré atrás mientras lo hacía.


¡Crystaline! ¡Él era un pecador! ¡Quebrantó las Reglas de Cristal! ¡Infringió el Código! ¡Envició la Iglesia! ¡Empozoñó la fe! ¡Tú mismo me lo mostraste!

Veneno. El viejo envenenaba todo lo que tocaba como si fuera belladona. Él era el origen de la oscuridad. Él amenazaba con quebrar la pirámide. Era un servidor de los Oscuros, un enemigo de la Rebelión, una vergüenza para la Guerra Eterna, una amenaza para nuestro plan. Un traidor, Crystaline, de los que tanto detestas. 

Maldito. Ese bastardo no se merecía su casto nombre. 

El hereje se había infiltrado entre nosotros, había robado el sagrado don del vidrio, se había engalanado con las santas vestiduras de un Padre Venerable y había regido el templo como bienamado tu heraldo. Blasfemaba, Crystaline, el viejo blasfemaba embriagándose con un vino que en verdad era nuestra sangre. Bebía la sangre de la Rebelión. 

No haber actuado habría sido negligencia. Un pecado de omisión, una falta en mi deber. Habría puesto en peligro todo lo que hemos construido en Forgiven. No podía flaquear en mi misión, no habiendo llegado tan lejos.

Y cuando dudé, tú mismo me lo mostraste. Tú mismo me revelaste lo que esperabas de mi sino. 

Me nombraste tu Elegido. Me trajiste de vuelta de la Tierra de los Dioses. Me hiciste entrega de tu brillante luz para expulsar la oscuridad de El NegroMe diste el poder de tu llama para purgar a abominaciones como él.

¡Maldito seas Crystaline! ¡Matarlo era mi destino!

Entonces... ¿por qué?

¿Por qué su rostro es lo único que veo cuando cierro los ojos? ¿Por qué no ceso de derramar lágrimas por su alma? ¿Por qué siento que la culpa oprime mi pecho? ¿Por qué tu luz me abandonó cuando más la necesitaba? ¿Por qué me inunda la terrible sensación de que he cometido un error?

¿Por qué, Crystsaline? ¿Por qué mis ojos vuelven a ser azules?

No puede ser cierto. No puedo haberme equivocado. No puedo haber malinterpretado tus designios. La llamada de la Rebelión, las señales, tu favor, mis dones, la onírica revelación... guiaste mis pasos a Forgiven para romper las cadenas de los esclavos en tu sagrado nombre. Vine aquí a expulsar a los Oscuros y devolver a Hiden su esplendor perdido. Por eso me convertiste en el Elegido.

¿No es cierto? ¿De verdad fuiste tú, Crystaline, quien me devolvió a la vida? ¿O es que todo ha sido una cruel pantomima del Dios del Engaño¿Acaso fui alguna vez tu Elegido? 

Callas. Callas ahora en el momento en que más necesito respuestas. Te desquitas, Dios Vengativo, por todas las veces que he dudado de ti. 

No importa. Abandóname si esa es tu voluntad, pues ya no necesito que sigas guiando mis pasos. Quizá nunca lo haya necesitado.

Sé lo que debo hacer, siempre lo he sabido. El trabajo de mi vida y todas estas Vueltas Mayores en Forgiven culminan mañana y ahora el viejo ya no puede interponerse en nuestro camino. 

Todo está preparado ahora que Forgeron ha regresado. Tenemos las armas, tenemos a los esclavos, tenemos la magia de Vanish y tenemos un plan.

Si tenemos éxito los esclavos serán liberados, tomaremos Ciudad Alta, los Notables serán depuestos de sus tronos de hueso y obligaremos a Blaine a abandonar Forgiven. La visión de Pane, Padre Venerable de Lysan, se cumplirá y entonces mi misión estará al fin cumplida.

Pero nuestros planes ya han fracasado antes, y mucho me temo que esta vez no contamos con un plan de emergencia. Si fracasamos, poco habrá que los dioses puedan hacer por nosotros. 

Porto la blasfema daga que una vez me dio muerte en uno de los bolsillos de mi túnica. No pienso dejar que me capturen y que toda esta pesadilla vuelva a comenzar. 

El viaje acaba aquí, de una forma u otra. 

Sé lo que debo hacer. Siempre lo he sabido.

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