martes, 10 de noviembre de 2020

Guía de viaje del Padre Stone - Vuelta 9 - Forgiven Desencadenada


La "Guía de viaje del Padre Stone" es el nombre que reciben una serie de posts de género fantástico-medieval, pertenecientes a la saga de relatos: Forgiven Desecadenada, que se haya ambientada en un mundo de creación propia llamado Gloom.

Si este es el primer relato que habéis encontrado de la sección os invito a leer la introducción a la misma aquí. Si deseáis empezar directamente a leer desde el primer capítulo podréis hacerlo desde este enlace. Y si en cambio queréis echar un vistazo a todos los capítulos publicados hasta la fecha, podréis hacerlo aquí o pulsando en "Guía de viaje del Padre Stone" en las Categorías del blog, situadas a la derecha de esta entrada. 

------------------------------------------------------------Novena Vuelta

"El suelo comenzó a vibrar mientras emitía un furioso zumbido."

Canción: Los Doce de Vice

Intro en audio y vídeo

¿Cuál es nuestra verdadera misión? Esa es la pregunta que no dejo de hacerme en esta Vuelta más que ninguna otra. La hago mientras miro en el espejo mis ojos dorados. Mientras paseo entre los cuerpos que riegan de rojo este lugar. Mientras escribo estas palabras con las manos manchadas de sangre. Ahora que tan cerca estamos del final no puedo evitar preguntarme cuál es el destino que los dioses nos tienen reservado a mis compañeros y a mí.

Romper las cadenas. Desde hace nueve Vueltas Mayores no he tenido otra idea en mente, y todos nuestros logros han ido dedicados a cumplir ese noble objetivo. Por deleznables que resulten nuestros métodos, el fin siempre ha sido lo suficientemente honrado como para justificarlos. Crystaline mismo está de nuestra parte, y refrenda nuestras acciones. Convencimos a Mina y Ferros, compramos el Kandro Feliz, nos aliamos con Vice, rescatamos a Mason y salvamos a Somnus. Mi muerte y mi renacimiento tienen un sentido. Incluso el sacrificio de Forgeron fue necesario. Toda la sangre que hemos derramado y todas las vidas que hemos destruido han sido solo por un bien mayor. ¿No es cierto?

Romper las cadenas, retornar la libertad a los esclavos, expulsar a los Oscuros y devolver a la ciudad el esplendor de la antigua Hiden. Esos han sido hasta ahora mis más firmes propósitos. Propios de la Guerra Eterna. Dignos de cualquier divina cruzada. Dios ha conducido mis pasos de vuelta a Forgiven con esa misión, acabar con todo lo que odio. Es mi destino, el del Elegido de Crystaline. No puedo haber malinterpretado sus señales. ¿O quizá sí?

El tabernero con olor a azufre nos mandó a esta ciudad con el objetivo de hallar a los rebeldes, nuestros malogrados predecesores, y rescatarlos en el caso de que hubieran sido capturados. Sin embargo, tras nueve Vueltas Mayores en Forgiven no hemos hallado ni rastro de ellos ni pista alguna de su paradero. ¿Existe acaso posibilidad de que continúen con vida? ¿De que se hallen ocultos en algún lugar, esperando el momento oportuno para hacer su aparición y ayudar en nuestra difícil tarea? No albergo muchas esperanzas. Esos desdichados se condenaron en el mismísimo instante en que posaron un pie en la Ciudad de los Esclavos. Quizá sea por eso por lo que apenas nos hemos esforzado en comprobarlo.

¿Y qué hay de mí? Crystaline me trajo de entre los muertos para cumplir una parte de su plan. En la revelación que me mostró era yo quien exterminaba las tinieblas que invadían su sagrado corazón. Esa es la voluntad de Crystaline, él mismo me la ha revelado. Debo cumplir mi misión, cueste lo que cueste. ¿Pero cómo? ¿Será suficiente con la liberación de los esclavos? ¿Retrocederá así la oscuridad? No, he de arrancar el mal de raíz. Es de lo único de lo que estoy seguro.

Pero no soy yo el único personaje de esta historia.

Vanish está furioso. En este mismo momento, y pese a los muros de recia piedra que nos separan, escucho los terribles gritos del lysandro que está siendo torturado por sus manos enguantadas. Casi es una suerte que solo yo quede en la posada para escucharlo. Casi. 

¿Qué hay de su misión, Crystaline? Su carrera como Fade, el esclavista, ha quedado truncada tras la traición de Vice, pero Vanish es un lysandro ambicioso, me convenció para llevar el plan hasta el final. Maldita la vuelta en que lo hizo, pero no puedo arrepentirme por seguir junto a él. Su ayuda es imprescindible. Poder. Veo poco de la rebelión en sus ideales, pero es poderoso, quizá incluso ahora que ha probado el sabor de la pérdida lo sea más que nunca. ¿Cuánto más ha de pagar?

Los esfuerzos por mantener la tapadera y continuar con el plan nos han costado un muy alto precio. 

Los cuerpos están por todas partes.

Lo necesito de mi lado. 

                                                             La sangre y el vino se entremezclan en el suelo de piedra.

Por él, el precio nunca es demasiado alto. 


El episodio con Vice había dejado a Vanish al borde de la muerte. La caída por el pozo había machacado los huesos de sus brazos, que de alguna forma habían recibido el impacto de la caída. Tenía un aspecto ridículo en aquella cama demasiado grande para él, sus extremidades alzadas habían sido cubiertas con varias capas de blancos vendajes y tablillas de metal. 

Pero se mejoraría, Galeno me lo había asegurado, sus esclavos lo habían traído a tiempo y la magia curativa sería suficiente como para que volviera a usar sus manos en poco tiempo y sin apenas secuelas. Había estado en situaciones peores. No obstante, era probable que todavía se encontrara débil mientras terminaban de sanar, no más de un par de Vueltas Mayores.

Descansaba, inconsciente, junto a mi propio lecho en el negocio de Galeno, donde el boticario había insistido que yo mismo permaneciera en reposo un par de vueltas menores hasta que tuviera la seguridad de que mis quemaduras habían sido sanadas por completo. Recelaba, no entendía cómo era posible que la energía de los argems hubiera acelerado la regeneración de mi cuerpo. Lo cierto es que no lo culpo por su recelo.

Somnus no había tenido tanta suerte como yo. Convencí al cirujano de que el buscador debía quedarse con él todas las Vueltas Mayores que resultasen necesarias. Crystaline lo mantendría seguro allí. Ahora que lo había salvado no permitiría volver a ponerlo en peligro. Asintió al ver mi mirada. Mis ojos dorados no admitían una negativa.

Poco pueden hacer las sanaciones de Galeno para devolver a mi hermano el vigor arrebatado por esos demonios de El Negro. Su cuerpo sanará, de eso no cabe duda, sin embargo, me temo que sea en su alma y no en su físico donde sus heridas se muestran incurables. Y ahí, hay poco que nosotros los mortales podamos hacer. Sí, es posible que Somnus jamás vuelva a ser el mismo. 

No, sé que nunca volverá a serlo. 

Velé a Vanish hasta que despertó entre gemidos de dolor. Casi parece haber pasado una eternidad desde la primera vez que lo hice, mientras escribía las primeras palabras de mi guía de viaje. Han pasado sólo nueve Vueltas Mayores. Apenas puedo creerlo. 

Mi compañero me contó desde el lecho cómo Vice y él habían traicionado a Mason, asesinándolo y asaltando su propia casa. Vice lo había hecho cómplice de aquella muerte para después acabar lanzando a sus mercenarios también contra él. No era algo del todo inesperado. En el combate, Vanish había arrastrado al Notable hasta un pozo seco por dónde ambos habían caído bajo la atónita mirada de su guardia. El cuello de Vice se había quebrado a causa de la caída y que sólo los brazos de mi compañero estuvieran rotos era todo un milagro del Dios de la Suerte. La oquedad conectaba con los subterráneos de la casa de Mason, y era allí dónde sus esclavos habían hallado a mi amigo, malherido, pero aún con vida.

Reí por la ironía de que hubiéramos acabado al mismo tiempo en el mismo lugar y ambos en tan deplorable estado, sin embargo, la muerte de ambos esclavistas suponía una gran oportunidad para nuestros planes. Y un terrible contratiempo. 

Con dos asientos vacíos entre los Notables de Forgiven, Fade tenía ahora más oportunidades que nunca para heredar cualquiera de los dos imperios. No eran pocos los que en Ciudad Alta conocían del trato que había unido los intereses de Vice a los de Fade. Su reclamación podría ser legítima, sin embargo, nosotros no seríamos los únicos peleando por tan jugoso premio, y nuestra posición en la política de la ciudad era demasiado débil como para saltar de lleno en una guerra entre esclavistas y esperar salir victoriosos.

Necesitábamos un nuevo apoyo para ocupar el hueco que Vice y Mason habían dejado, una alianza con otro Notable del que aprovecharnos para acabar traicionando en un futuro, y Vanish pensaba conseguirla a manos de Silverborn, Consejero de Oro de Forgiven.

No obstante, antes de mirar hacia las alturas debíamos enfangarnos en el barro. El asesinato de Vice se había llevado a cabo a puerta cerrada, pero eso no significaba que no hubiera testigos. Los doce lysandros que componían su guardia personal, algunos de los más caros de Forgiven, habían visto a su jefe y a Fade desaparecer en la oscuridad del pozo. Sólo ellos y Vanish sabían la verdad sobre lo que había ocurrido en aquella cámara. Con su muerte, cualquier oposición a la pretensión de mi compañero por heredar el imperio de Vice sería inapelable. 

Vanish me agarró de la túnica con sus malheridos brazos y me exigió que le ayudara a acabar con ellos. Dijo que debíamos seguir con el plan. Su mirada tenía el febril destello de la ambición. Estaba borracho de poder. El poder que tanto necesitábamos. 

Sé que debería haberme negado. Vanish me estaba pidiendo que fuera cómplice de la muerte de doce personas sólo porque se interponían en su camino de huesos y muerte. Crystaline no lo aprobaría. Debí haberme negado. Quizá si Forgeron siguiera con nosotros habría tenido otra idea, pero hace tiempo que el herrero nos abandonó. Todo ha cambiado. Vanish es lo único que me queda.

Acepté ayudarle.

***

Storm, último de los Doce de Vice, cerró la puerta tras de sí y se reunió con sus compañeros, que bebían y comían copiosamente en el salón principal del Kandro Feliz. Las agujas de mi sonuit marcaban la duodécima vuelta menor. 

Salí a recibirle con mi mejor sonrisa, me presenté como su anfitrión y le ofrecí una copa de vino. La rechazó con un gesto y se dirigió hacia el único asiento libre de la mesa. De camino hacia su silla miraba a su alrededor con recelo, como muchos de los mercenarios habían hecho nada más entrar. Observó la disposición de las mesas y las sillas, a los esclavos que servían la comida, y las puertas y ventanas del salón. Su mirada era la de un guerrero buscando posibles amenazas. Me resultaba vagamente familiar, aunque lo cierto es que Forgiven está llena de lysandros como su misma mirada. 

Sus ojos resbalaron sobre mí. Era muy probable que no me considerase un peligro. Al fin y al cabo, yo no era más que el cebo. 

Miré de reojo hacia la chimenea tapiada con piedra, el lugar del escondite de Vanish. Casi me había visto tentado de utilizar el Don de Proto con Galeno, que se negaba a trasladar a mi amigo al Kandro Feliz e insistía en que debía guardar todo el reposo posible. Por fortuna, la plata acabó por convencer al curandero, que refunfuñó entre dientes aceptando mis gammas. Aunque a mí también me preocupara su salud, la intervención de mi compañero sería imprescindible si el plan principal fallaba. Solo su poder nos era necesario, ni siquiera tendría que entrar en combate cuerpo a cuerpo, pues los esclavos se encargarían de ello. Además, él mismo había insistido. 

Pese a que moldear la roca no era mi especialidad, cuando hube terminado de convertir la antigua chimenea de la posada en un pilar hueco me sentí orgulloso de mi trabajo. En ese momento pensé que la diferencia con el resto de los pilares era casi imperceptible. Pero desde que el primero de los mercenarios había entrado en la taberna no dejaba de ver imperfecciones en la lisa de la pared de gloomita.

Por fortuna, ninguno de los antiguos guardias del Notable pareció percatarse de los diminutos defectos en la textura de mi creación, así como en la pequeña rendija a la altura de la rodilla mediante la que Vanish observaba el interior de la taberna.

Flames nos habría matado si hubiese visto su hogar dispuesto de aquella manera y el estropicio de la chimenea, pero habíamos logrado convencer al tabernero y a su esposa de que se marcharan durante un par de Vueltas Mayores a la casa de la hermana de ésta. Si el plan principal fracasaba su presencia en este lugar se convertiría en un inconveniente. A diferencia de los Doce de Vice, su sangre no necesitaba ser derramada. 

Una vez Storm se unió a ellos y los Doce estuvieron juntos algunas miradas se dirigieron hacia mí con expectación. No era para menos. Hasta ahora había rechazado sus inquisitivas preguntas con la excusa de que sólo me dirigiría a ellos cuando estuviesen todos juntos. La mayoría había aceptado entre dientes. Sospechaban algo. 

No los culpo por su desconfianza. Tras la muerte de Vice sus antiguos guardias habían quedado bajo la tutela del Gremio de Mercenarios, y había sido su propio líder, el Notable Smelter, quien se había puesto en contacto con ellos para que acudieran a este lugar con la misteriosa oferta de un trabajo similar al anterior y muy buen remunerado. Por supuesto, yo mismo había estado tras esa oferta.

Su recelo era natural, la mayoría de los negocios con el Gremio de Mercenarios se llevaban a cabo sin tanto secreto y con los detalles conocidos mucho antes del momento de contratar. Los mercenarios debían conocer las condiciones del trabajo por el que arriesgarían su vida, solo así se aseguraban de que el trato fuera justo. Oro por sangre. No era algo como para andarse con remilgos. 

Esquivé sus miradas dándoles la espalda y me dirigí hacia la parte de atrás de la barra. Desde las cocinas Titán, una de las esclavas de Vanish, me hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Cargaba un pesado fardo de tela en el que habían envuelto las armas de los esclavos para evitar el posible sonido causado por el tintineo del metal. Tragué saliva ruidosamente. Esperaba que no tuviéramos que usarlas. Si el plan funcionaba ni el acero ni la magia serían necesarios. Ordené a la esclava que preparara lo necesario para el brindis.

Pero no todo iba a ser tan fácil. Storm, el guerrero al que los Doce de Vice reconocían como su líder, se levantó ruidosamente de su silla y me interpeló con voz grave, exigiendo que me dejara de juegos y le trajera al verdadero contratante. El resto de los mercenarios mostraron su acuerdo con él dejando sus platos y copas sobre la mesa para mirarme en silencio. La mano de muchos de ellos se encontraba peligrosamente cerca de la empuñadura de sus armas. Me había encerrado en aquel lugar con doce experimentados y brutales asesinos, ¿en qué demonios había estado pensando?

Durante unos segundos que se me antojaron eternos, traté de contestar aparentando irritación, pero los nervios me jugaron una mala pasada cuando un terrible sudor frío impidió mi habla recorriéndome desde la base de la nuca hasta la parte de baja de la espalda. Contuve el temblor de mis manos e intenté reprenderles por su impaciencia, pero en esta ocasión las palabras se me atascaron en la lengua, que se había vuelto un peso muerto en mi boca. Maldición. Hablar era mi especialidad, pero jamás había estado tan tenso. Si fracasaba al intentar convencerles, el plan principal se echaría a perder. Y entonces todos correríamos peligro. 

Debía jugar la baza del anillo.

Logré disimular mi histeria mediante un convincente chasquido de mi lengua y extraje del bolsillo de mi túnica una gruesa sortija de plata que me apresuré a dejar sobre la mesa, bien a la vista de mis doce invitados. El anillo tenía como rúbrica la copa del Notable Vice. 

Los Doce de Vice inspeccionaron el sello de su antiguo amo con súbita sorpresa. Su rostro palideció como si les hubiese mostrado un fantasma, y poco a poco apartaron las manos de la empuñadura de sus armas. Uno de ellos incluso se levantó bruscamente de la mesa, alejándose un par de pasos con la vista clavada en la joya.

Casi sonreí al ver su reacción. Era justo lo que esperaba.

Los esclavos de Vanish habían tenido el suficiente sentido común como para saquear el cadáver del Notable antes de abandonarlo a merced de las bestias de las profundidades. Era gracias a su avaricia que teníamos el sello del fallecido esclavista entre manos, y por Crystaline que aprovecharía aquella ventaja en nuestro favor. 

Pero eso no necesitaban saberlo.

"Él me envía", dije con todo el aplomo que fui capaz de reunir. Su muestra de debilidad me había envalentonado y mi amada voz resonó con un potente eco por todos los rincones de la taberna. La incrédula mirada de los mercenarios se dirigió ahora hacia mí, mis palabras habían captado su atención.

Fue entonces cuando les di las razones por las que les había citado allí. Fade dio por muerto a Vice tras caer ambos por el pozo, pero el esclavista estaba hecho de un argem mucho más duro que el de cualquier lysandro. No murió, gravemente malherido fue capaz de arrastrarse en su agonía fuera de la profundidad de la caverna donde había sido abandonado y en pos de la Sexta Regla buscó refugio en el Templo de Crystaline. Allí los sacerdotes lo habíamos salvado de la muerte y entre plegarias de agradecimiento a Crystaline confesó al Padre Venerable lo ocurrido y su ánimo de venganza hacia el traidor que había intentado asesinarle. Este le prometió la ayuda de la Iglesia de Cristal en su empeño. 

Sin embargo, debía actuar con discreción, pues sólo estaría a salvo mientras Fade pensara que realmente había muerto. Si descubría que Vice se hallaba con vida, el asesino no dudaría en acudir donde fuese a acabar el trabajo, no importaba lo inexpugnable del lugar en que se escondiera. Era esa la razón por la que su supervivencia había sido mantenida en tan celoso secreto. 

Observé con satisfacción sus expresiones de estupefacción, algunas incluso de terror. Murmuraban juramentos mientras se miraban los unos a los otros. El lysandro que se había levantado intentó retroceder de espaldas hacia la puerta, pero tropezó con sus propios pies y cayó de culo. Su rostro era del color de un argem hueco.

No era para menos, a su modo de entender era probable que su irreflexivo amo tratara de culparlos por haberlo abandonado al fondo de ese pozo, creyendo que había muerto. Naturalmente nadie había acudido a recoger el cuerpo y comprobarlo, eso era trabajo de los sacerdotes de El Negro. 

Ellos querían creer en mi historia. Querían creer que su amo había sobrevivido. Toda esta pantomima en la que se basaba nuestro plan confiaba en que la lealtad de los Doce de Vice se mantendría pese a la muerte de su amo. Y no me equivocaba. Mi experiencia con Armour me hecho aprender que la guardia personal de los Notables forma parte de un curioso grupo dentro de Forgiven. Al principio pensé que el honor del que la lysandre hacía gala había sido una característica propia, pero me equivocaba. Había descubierto que los miembros del Gremio de Mercenarios de Forgiven tenían implantado un firme código moral que les obligaba a mantenerse fieles al Notable al que servían, mucho más allá de su contrato. De hecho, la devoción por su amo parecía muy superior a la que había podido observar en los guardias entrenados por las casas nobles de Lysan. No, los Doce de Vice no eran simples sicarios.

Pero no todos se mostraron tan predispuestos a confiar en mis palabras. La mano de Storm seguía en su cinto, cómodamente apoyada en la empuñadura de su gran mandoble. Él no murmuró. Su rostro ceñudo estaba ahora fijo en mí y sus músculos estaban muy lejos de la tensión que envolvía a la mayoría de sus compañeros.  No, no iba a ser tan fácil.

Con tono sosegado, pero grave, me desafió, alegando que no pensaba creer las palabras de un sacerdote. Nada más escuchar retumbar la voz de su líder, los Doce dejaron de murmurar y sus caras volvieron a mostrar su natural recelo. Maldición. Si no fuera por él los habría tenido comiendo de la palma de mi mano. 

Sé que pensáis que con el favor de mi dios todo esto habría sido mucho más sencillo. No obstante, no iba a degradarme a utilizar el Don de Proto en este lugar, no con ellos. Hacerlo iría en contra de la Segunda Regla. Crystaline jamás lo habría aprobado. 

Necesitaba más pruebas. El guerrero era un hueso duro de roer e iba a necesitar mucho más que el anillo de un muerto si quería convencer a Storm de mis palabras. Pero una vez lo hiciera, los Doce de Vice caerían en la trampa, estaba seguro de ello.

Obvié el creciente temblor de mis músculos y respondí al desafío de Storm alegando que podía marcharse cuando quisiera. El amo no obligaría a nadie a servirle. Sin embargo, a aquellos que le ayudaran a completar su venganza, el Notable les recompensaría con creces. 

Al tiempo que decía estas palabras, dos de los esclavos dejaron frente a la mesa una pesada arca de piedra. Los Doce de Vice observaron el cofre, curiosos, pero su curiosidad pronto se convirtió en avaricia cuando retiré la tapa y la luz del fuego reflejó los destellos dorados y multicolor de las rebosantes sigmas y argems.

En el interior de ese cofre se hallaba toda la fortuna que nos restaba, además de los beneficios que habíamos logrado obtener con la compra del Kandro Feliz y la totalidad del caudal que el Dios de la Suerte me había otorgado gracias a mis constantes súplicas durante estas últimas Vueltas Mayores. Al fin y al cabo, Crystaline siempre se ha guardado porque sus sacerdotes jamás tengan vacíos sus bolsillos.

Con toda la convicción de la que fui capaz, afirmé ante los embelesados mercenarios que tenían ante ellos el tesoro que había sobrevivido a la rapiña de los antiguos aliados del Notable. Esta, a partes iguales, sería la recompensa para aquellos que accedieran a renovar el contrato y colaboraran con Vice en su venganza. Yo mismo estaría dispuesto de entregar en ese momento un generoso anticipo a todos los que aceptasen.

De nuevo, los mercenarios se miraron entre ellos y murmuraron su admiración casi sin aliento. Los Doce de Vice no eran simples sicarios, pero ningún lysandro podría mostrarse indiferente ante la promesa de una riqueza semejante. Tal cantidad de sigmas bastarían holgadamente para pagar un cómodo retiro en cualquier ciudad de Gloom. El propio Storm titubeó, confundido. Lo había tomado por sorpresa. 

El plan estaba funcionando. 

Antes de que pudieran reaccionar ordené a Titán que dispusiera los preparativos para el brindis. La grácil esclava se dispuso a colocar sobre una bandeja plateada trece pequeñas copas de vino que serían servidas a los invitados. La cantidad de líquido en cada una de ellas era escasa, no daría para más que un trago, pero nada importaba menos que el volumen de la copa. 

Un brindis. Las reglas no escritas de los esclavistas de Forgiven eran claras: el trato no estaba cerrado hasta que ambas partes brindaban y apuraban su copa de un sólo trago. Nuestro plan guardaba una dulce justicia poética, después de todo ¿no era el blasón del Notable Vice una copa?

Alcé mi propia bebida en un gesto con el que hacía entender que daba la negociación por concluida. Los mercenarios alzaban sus copas conforme Titán las ponía en sus manos, algunos con reticencia, otros vacilantes. 

Dudaban. La mayoría de ellos me miraba con indecisión. Esperaban una muestra más de confianza.

Les dediqué mi mejor sonrisa y tras invocar el nombre de Vice me llevé la copa a los labios. El detestable sabor del vino invadió mi paladar por completo, pero me esforcé por mantenerme firme. Habíamos llegado demasiado lejos como para echarlo a perder por mi culpa. 

Los Doce de Vice asintieron con satisfacción al verme beber junto a ellos. Aquellos que ya tenían las copas en sus manos las entrechocaron con ánimo e invocaron con tono firme el nombre del Notable Vice, jurando compartir su venganza.

Mientras Titán acababa de servir el vino, felicité a mis invitados por su intrépida decisión y me di la vuelta, aproximándome hacia el arcón de oro con la excusa de ofrecerles el anticipo que les había prometido. 

Ya notaba cómo el sopor se apoderaba de mí cuando escuché el horroroso estrépito del metal chocando contra la piedra. 

Un latido

Maldición.

Me giré lentamente hacia el sonido mientras sentí como el tiempo se ralentizaba hasta hacerse casi insoportable. Mi propio pulso era ensordecedor. 

Un latido

Storm tenía firmemente agarrado el brazo de la esclava de Vanish, mientras clavaba su mirada en ella. 

En los oscuros ojos del guerrero vi un destello de comprensión. 

La había reconocido. 

Un latido

El contenido de la última copa se derramó por la mesa y la saliva de kandro borboteó de forma reveladora. Veneno. 

Solo yo había bebido. 

Un latido

Desenvainaron sus armas. Storm vociferó mientras dirigía su enorme espadón hacia mí. 

Ya no había vuelta atrás.

Un latido

Le grité que se detuviera, que no lo hiciera.

Pero Vanish no quiso escucharme. 

Un latido

El suelo comenzó a vibrar mientras emitía un furioso zumbido. 

Era demasiado tarde.

Un latido

En apenas un latido de corazón, un vociferante portal de energía azul apareció en la taberna, llevándose consigo a once de los Doce de Vice, a los que absorbió y engulló con una fuerza irresistible.

Lo último que escuché antes de perder la consciencia fueron sus gritos de terror mientras desaparecían para siempre en sus fauces.

Oscuridad

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