viernes, 29 de marzo de 2019

Diario de J. S. Freud-Llamada de Cthulhu Parte 2

LA CASA CORBITT


"Estaba muy alterado y mencionó algo sobre una casa embrujada"

Jueves 30 de octubre de 1922

En la semana siguiente a los hechos de la fiesta, busqué información en las bibliotecas de la Universidad de Miskatonic y Arkham sobre libros de ocultismo. No encontré demasiado, pero sigo estando seguro de que lo que busco está en alguna parte.
El día 30 recibimos una llamada de Moore. El abogado nos encomendó un trabajo personal, como un favor propio. Un amigo suyo, Frederich Douglas, se había puesto en contacto con él en busca de ayuda. Estaba muy alterado y mencionó algo sobre una casa embrujada.
Rápidamente nos pusimos en contacto con Douglas. Nos informó de que tenía la casa alquilada a una familia francesa, los Bertrande, que habían sufrido eventos paranormales: objetos que volaban, voces, etcétera. Hacía una semana los habían encontrado pintando dibujos extraños con sangre en el salón de la casa. Actualmente, se encontraban recluidos en el sanatorio de Arkham.
Tony, Tachenko y yo nos pusimos manos a la obra para recabar toda la información posible  antes de entrar en la casa embrujada. Mientras Tony iba al sanatorio y Tachenko buscaba información entre los vecinos y el registro civil, yo me dirigí a la biblioteca.
Allí descubrí que la casa había pertenecido en 1835 a Walter Corbitt, un sectario que había tenido algunos problemas con los vecinos y que, después de ganar la demanda judicial, se había hecho enterrar en el sótano de la casa. Aquel que había ratificado el testamento era Michael Thomas, pastor de la Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de Secretos, cerrada por la policía hacía algunas décadas por actividades sospechosas. El resto era información clasificada.
Cuando nos reunimos, pusimos en común la información que habíamos encontrado. Les conté acerca de Corbitt y les dije que era muy posible que su fantasma, o lo que fuera, permaneciera en la casa y provocara estos eventos paranormales. Ellos me contaron que la casa había sufrido eventos similares anteriormente con anteriores inquilinos. En cuanto a los Bertrande, Tony nos informó de que la mujer parecía algo más cuerda, pero el hombre permanecía en estado catatónico. Algo se había metido en sus cabezas y les había hecho hacer esos dibujos malditos. Debíamos llevar extremo cuidado. Nuestro enemigo parecía ser peligroso. 

Viernes 31 de octubre de 1922

Decidimos entrar el día de la víspera de todos los Santos. Sin embargo, no somos tan ingenuos como podríamos parecer y lo hicimos a la luz del día. Entramos con la llave de la casa que Douglas nos había proporcionado, las armas desenfundadas y el corazón en un puño. Fuimos explorando una a una, en grupo, las habitaciones del piso inferior. En una de ellas, una especie de almacén, encontramos el testamento de Corbitt (con nada que no hubiéramos averiguado ya), su diario y un extraño libro, el Libro de Dyzan. Al ojearlo por encima descubrí que era de difícil lectura, por lo que lo guardé para su posterior estudio.
Ojeando el diario de Corbitt por encima encontré múltiples referencias a la deidad a la que rendía culto, “Aquel que aguarda en la Oscuridad”, y hallé también un extraño símbolo que se repetía varias veces a lo largo de las páginas.
Proveniente de la cocina escuchamos ruido de algo que caía. Corbitt sabía que estábamos aquí. Rápidamente nos dividimos y exploramos todo el piso inferior. En el salón vimos los dibujos de sangre seca en la pared que representaban el símbolo que había visto anteriormente en el diario de Corbitt.
Resignados a acabar con el poltergeist, y sin querer alargar más nuestra estancia en la escalofriante casa, decidimos bajar directamente al sótano, para acabar de una vez por todas con el maleficio.
Iluminado por la luz de nuestras linternas, en un primer momento el sótano pareció extrañamente pequeño, lleno de baratijas sin valor, polvoriento y asfixiante. Mientras echaba un vistazo alrededor, me sorprendió el ruido de una hoja cortando el aire. Cuán grande fue mi horror al vislumbrar un enorme cuchillo que, sin ser movido por mano alguna, se dirigía hacia el cuello de Tony con rapidez sobrehumana.
Haciendo gala de unos impresionantes reflejos, el italiano logró esquivarlo y el cuchillo se clavó en la pared.
Temiendo por mi vida, hice lo que el más común de los hombres hubiera hecho, huí del sótano, dije que iba a buscar gasolina y corrí al coche. Mientras trataba de calmarme y reunir el valor suficiente para ayudar a mis compañeros, escuché varios disparos y el infernal ruido de la ametralladora de Tachenko al ser accionada.
Cuando encontré el valor suficiente y bajé al sótano, la pared había sido tirada abajo, el sarcófago estaba abierto y la momia prácticamente había sido desintegrada ante balas de alto calibre. El cañón del arma soviética aún echaba humo. Encima de la mesita, al lado del sarcófago, había unos manuscritos que atribuimos a Corbitt.
En las noches siguientes me dediqué a leer estos manuscritos. Descubrí muchas cosas, pues el sectario había estado interesado en un ritual cuyo objetivo era conseguir la trascendencia entre la muerte y el cuerpo, la vida en la muerte. Además había continuas referencias a una extraña dimensión que Corbitt denominaba: Tierras del Sueño.
Una vez acabé la lectura de estos manuscritos ojeé de nuevo el Libro de Dyzan. Pronto llegaría a la conclusión de que necesitaba semanas de estudio y tuve que desistir, al menos por el momento.

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