LA CASA CORBITT
"Estaba muy alterado y mencionó algo sobre una casa embrujada"
Jueves 30 de octubre de 1922
En la semana siguiente a los hechos de la fiesta, busqué
información en las bibliotecas de la Universidad de Miskatonic y Arkham sobre
libros de ocultismo. No encontré demasiado, pero sigo estando seguro de que lo
que busco está en alguna parte.
El día 30 recibimos una
llamada de Moore. El abogado nos encomendó un trabajo personal, como un favor
propio. Un amigo suyo, Frederich Douglas, se había puesto en contacto con él en
busca de ayuda. Estaba muy alterado y mencionó algo sobre una casa embrujada.
Rápidamente nos pusimos en
contacto con Douglas. Nos informó de que tenía la casa alquilada a una familia
francesa, los Bertrande, que habían sufrido eventos paranormales: objetos que
volaban, voces, etcétera. Hacía una semana los habían encontrado pintando
dibujos extraños con sangre en el salón de la casa. Actualmente, se encontraban recluidos en el sanatorio de Arkham.
Tony, Tachenko y yo nos
pusimos manos a la obra para recabar toda la información posible antes de entrar en la casa
embrujada. Mientras Tony iba al sanatorio y Tachenko buscaba información entre los
vecinos y el registro civil, yo me dirigí a la biblioteca.
Allí descubrí que la casa
había pertenecido en 1835 a Walter Corbitt, un sectario que había tenido
algunos problemas con los vecinos y que, después de ganar la demanda judicial,
se había hecho enterrar en el sótano de la casa. Aquel que había ratificado el
testamento era Michael Thomas, pastor de la Iglesia de Nuestro Señor Otorgador de
Secretos, cerrada por la policía hacía algunas décadas por actividades
sospechosas. El resto era información clasificada.
Cuando nos reunimos,
pusimos en común la información que habíamos encontrado. Les conté acerca de
Corbitt y les dije que era muy posible que su fantasma, o lo que fuera,
permaneciera en la casa y provocara estos eventos paranormales. Ellos me
contaron que la casa había sufrido eventos similares anteriormente con
anteriores inquilinos. En cuanto a los Bertrande, Tony nos informó de que la
mujer parecía algo más cuerda, pero el hombre permanecía en estado catatónico.
Algo se había metido en sus cabezas y les había hecho hacer esos dibujos
malditos. Debíamos llevar extremo cuidado. Nuestro enemigo parecía ser peligroso.
Viernes 31 de octubre de 1922
Decidimos entrar el día de
la víspera de todos los Santos. Sin embargo, no somos tan ingenuos como
podríamos parecer y lo hicimos a la luz del día. Entramos con la llave de la
casa que Douglas nos había proporcionado, las armas desenfundadas y el corazón en
un puño. Fuimos explorando una a una, en grupo, las habitaciones del piso
inferior. En una de ellas, una especie de almacén, encontramos el testamento de
Corbitt (con nada que no hubiéramos averiguado ya), su diario y un extraño
libro, el Libro de Dyzan. Al ojearlo
por encima descubrí que era de difícil lectura, por lo que lo guardé para su
posterior estudio.
Ojeando el diario de
Corbitt por encima encontré múltiples referencias a la deidad a la que rendía
culto, “Aquel que aguarda en la Oscuridad”,
y hallé también un extraño símbolo que se repetía varias veces a lo largo de las
páginas.
Proveniente de la cocina
escuchamos ruido de algo que caía. Corbitt sabía que estábamos aquí.
Rápidamente nos dividimos y exploramos todo el piso inferior. En el salón vimos
los dibujos de sangre seca en la pared que representaban el símbolo que había
visto anteriormente en el diario de Corbitt.
Resignados a acabar con el
poltergeist, y sin querer alargar más nuestra estancia en la escalofriante
casa, decidimos bajar directamente al sótano, para acabar de una vez por todas con el
maleficio.
Iluminado por la luz de nuestras linternas, en
un primer momento el sótano pareció extrañamente pequeño, lleno de baratijas
sin valor, polvoriento y asfixiante. Mientras echaba un vistazo alrededor, me
sorprendió el ruido de una hoja cortando el aire. Cuán grande fue mi horror al
vislumbrar un enorme cuchillo que, sin ser movido por mano alguna, se dirigía
hacia el cuello de Tony con rapidez sobrehumana.
Haciendo gala de unos
impresionantes reflejos, el italiano logró esquivarlo y el cuchillo se clavó en
la pared.
Temiendo por mi vida, hice
lo que el más común de los hombres hubiera hecho, huí del sótano, dije que iba
a buscar gasolina y corrí al coche. Mientras trataba de calmarme y reunir el
valor suficiente para ayudar a mis compañeros, escuché varios disparos y el
infernal ruido de la ametralladora de Tachenko al ser accionada.
Cuando encontré el valor
suficiente y bajé al sótano, la pared había sido tirada abajo, el sarcófago
estaba abierto y la momia prácticamente había sido desintegrada ante balas de
alto calibre. El cañón del arma soviética aún echaba humo. Encima de la mesita,
al lado del sarcófago, había unos manuscritos que atribuimos a Corbitt.
En las noches siguientes
me dediqué a leer estos manuscritos. Descubrí muchas cosas, pues el sectario había estado interesado en un ritual cuyo objetivo era conseguir la trascendencia entre la
muerte y el cuerpo, la vida en la muerte. Además había continuas referencias a una extraña dimensión que Corbitt
denominaba: Tierras del Sueño.
Una vez acabé la lectura
de estos manuscritos ojeé de nuevo el Libro
de Dyzan. Pronto llegaría a la conclusión de que necesitaba semanas de estudio
y tuve que desistir, al menos por el momento.
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