martes, 30 de junio de 2020

Historia de Silvertongue - Blades in the Dark



"Cuando se quiso dar cuenta todo él era una mascarada. Y no le importó."

Nacido en Coalridge, probablemente hijo de una prostituta y algún obrero skovlandés, el recién nacido fue abandonado en un hospicio de la Lagrimosa como otros muchos niños. Creció entre los huérfanos como un chico agraciado de cara, pese a lo enclenque y esmirriado del resto de su físico. Pronto se ganó el nombre de Skinny. La vida no era nada fácil, aunque sus rasgos angelicales siempre le ganaron múltiples atenciones por parte de las fieles de la Lagrimosa. Notaban en su sonrisa infantil un alivio refrescante. Nunca faltó comida en su plato, mantas en su cama o remiendos en su ropa. Eso le permitió sentirse diferente al resto de los niños. Los demás se ocupaban de poco más que tener algo que echarse a la boca, pero no Skinny. Él era más sensible, más inteligente, miraba más lejos que el resto. Se ocupaba del mañana, soñaba con qué sería de mayor. No lo sabía entonces, pero era un niño con ambición.

Y el resto de los niños lo sabía, notaban que había algo distinto en Skinny. Murmuraban a sus espaldas, callaban cuando pasaba por delante. Lo admiraban, lo deseaban, lo envidiaban, lo odiaban. Y se lo hacían saber.

Skinny nunca tuvo amigos, aunque tampoco habría sabido qué hacer con ellos.

No fue una infancia ideal, pero al menos en el hospicio siempre solía haber algo que echarse a la boca. A veces, con suerte, todavía seguía caliente. Pero lo bueno nunca dura, y Skinny así como el resto de niños, se vio obligado a buscarse un nuevo hogar en las calles cuando derribaron el hospicio para construir una fábrica de tintes.

El golpe con la realidad fue duro. Skinny tuvo que aprender pronto a madurar para sobrevivir. La vida de un pillo era despiadada en la Oscura. Había que moverse rápido y estar muy atento. En los callejones entre las casas apiñadas cualquier cosa podía matarte si no eras lo bastante avispado, o lo bastante veloz. Bajar la guardia en Coalridge era una sentencia de muerte. La ciudad era fría y oscura. Llena de oportunidades, sí, pero también repleta de peligros. Un pedigüeño de Brickston era la última mierda de la cadena alimenticia.

Skinny aprendía rápido. No tardó en aprender a hacerse invisible, a buscar en bolsillos ajenos, a cambiar despojos por relojes, relojes por monedas y a mendigar por su propia supervivencia. Aprendió también a observar a la gente, que es mucho más fácil cuando nadie repara en ti, y trató de entenderla. Analizarla. Estudiarla. Comprenderla. Trataba adivinar lo que harían, lo que pensaban y lo que querían en todo momento. Y acertaba. Siempre lo lograba. Era útil, muy útil adivinar lo que pasaba por la cabeza de alguien cuando se acercaba a un niño como Skinny. En el infierno se hizo necesario distinguir la piedad de la locura.

No le fue mal en las calles, nuevamente sus encantos y labia le ganaron simpatías entre los piadosos habitantes de Charhollow. Incluso se permitió soñar de nuevo y enfocar el fuego de su ambición hacia la que descubrió su gran pasión: el teatro.

De niño en las calles, tiritando de frío a la orilla de los canales, soñaba con sentir el calor de las luces. Cuando la gente lo traspasaba con la mirada como si no estuviera allí, él soñaba con sentir la admiración de un público entregado. Mientras el resto de los niños soñaban con llegar a tener un hogar, él imaginaba lo que se sentiría al subir a las tablas. Cuando todos le llamaban Skinny, él quería ser alguien más.

La culpa fue de su curiosidad. Por su culpa empezó todo.

Fue la curiosidad la que, ya adolescente, lo condujo a ver la actuación de esa compañía de teatro ambulante. Fue su emoción la que le hizo situarse en la primera fila de ese depravado prostíbulo de Nightmarket. Fue su sonrisa la que hizo que el director de la compañía se fijara en él. Fue su ilusión la que le hizo aceptar la oferta que le propuso el hombre. Fue su belleza la razón por la que el hombre le dijo que iba a convertirse en un gran actor. Fue su inocencia la que, acabada la función, le hizo seguirle hasta una de las habitaciones, hasta su cama. Fue entonces cuando se ganó su apodo.

Silvertongue fue durante años el chico de los recados de “los Nómadas del Barracón” y el juguete personal de Grasiento, el director de la compañía. Tan cerca de su sueño, su vida era una pesadilla. Sólo lo estimulante del polvo de perla ayudaba a soportar su existencia vacía. Desde el momento en que se levantaba de su incómodo catre y realizaba sus múltiples tareas diarias, el joven deseaba que no lo llamara al caer el día, en la hora de la plata. Pero él siempre lo hacía. “Un poco más y llegarás a ser un gran actor”. Estaba atrapado.

Entonces llegó el momento en que su mente, antes de quebrarse por completo, decidió hacer lo que siempre había hecho: aprender.

Analizar. Estudiar. Comprender. Idear.

Analizó las obras que la compañía representaba. Estudió el carácter voluble, cambiante e histérico de los actores. Comprendió lo que pensaban y sentían los integrantes de la compañía.

Ideó su plan.

Analizar. Estudiar. Comprender. Actuar.

Analizó todas las oportunidades posibles. Estudió la mejor de sus opciones. Comprendió lo que debía hacer.

Y ejecutó el golpe.

En cuestión de horas Grasiento se había marchado para no volver, el joven y apuesto Silvertongue se convirtió en el actor principal de los Nómadas del Barracón, y la representación de la obra Edipo el Ciego bañó de oro y fama a todos los artistas.

Su debut en el papel protagonista de Edipo le valió las mejores críticas. Lo suyo era talento innato. Dijeron las crónicas que, cubierto de sangre y con ambos globos oculares en las manos, casi parecía haber practicado una mutilación real. Casi.

Edipo el Ciego se convirtió en su personaje más representado, una obra y un papel que le valieron el reconocimiento como artista en todo Doksvol. No tardaron los rumores, muchos alimentados por los propios Nómadas, en afirmar que el actor principal era ciego de verdad y que había aprendido su papel a base de escucharlo de boca del propio dramaturgo.

De todos los papeles que representaba, de todas las obras en las que actuaba, Silvertongue extraía algo de sus personajes. Siempre lograba aprender algo de la ficción: una nueva tapadera, una flamante máscara. El arte de la interpretación se convirtió en su vida, en su día a día dentro y fuera de los escenarios.

Cuando se quiso dar cuenta todo él era una mascarada. Y no le importó.

Fama, reconocimiento, fortuna. Nunca es suficiente. La llama de la ambición es un incendio en su pecho. Siempre hay alguna mentira que contar, algún papel que representar, algún tablado que pisar, algún público que emocionar.

Siempre hay algún golpe que dar.



Silvertongue es un hombre apuesto y camaleónico. Un gran artista y todo un profesional de la actuación. Tiene reputación de ser encantador, atractivo y abierto, de sonrisa fácil. Físicamente es alto y espigado, flaco y desgarbado.

Sus ojos son grandes y negros como el ala de un cuervo, sus pestañas son largas como las de una mujer y su rostro es también fino y de rasgos afilados. Ello, unido a su melena larga y oscura, bien cuidada, hace a muchos señalar lo andrógino de sus rasgos.

Es un petimetre pagado de sí mismo, preocupado por el aspecto físico y extremadamente superficial.
Se muestra enamorado de cualquier atisbo de belleza que sea capaz de encontrar un mundo oscuro y cruel. Por espinosa que sea la fuente de la misma.

Bajo su máscara, Silvertongue es manipulador y mentiroso por el mero hecho de serlo. Pocas cosas aprecia más que al arte de dar un buen espectáculo. Quizá una de ellas sea su propia vida, aunque por la de los otros no siente ningún respeto. No dudaría en matar a nadie por la espalda ni en pelear sucio si hay que hacerlo. Por todo ello es cobarde, insensible, egoísta y un adicto al polvo de perla, una droga estimulante imprescindible en la apasionada vida del artista. Se refina a partir de hongos disecados y machacados.

Su proveedor de polvo es Counterfeit, un buhonero situado en Barrowcleft. No sabe de dónde viene la droga, pero tampoco le importa.

Es tenaz en lo que respecta a sus objetivos, movidos por su ambición, e incapaz de asimilar una derrota.

Dirige desde las sombras la compañía de teatro ambulante: Los Nómadas del Barracón. Desde que Grasiento se fue, ha habido varios emprendedores que han intentado tomar las riendas de la compañía. Ninguno con mucho éxito. En la actualidad el director, Aldo, es un pequeño burgués que se acoge a todas las sugerencias que Silvertongue le susurra al oído. Una marioneta.

Su amante, confidente y única amiga es Nyrix, una prostituta que trabaja en el burdel de Silkshore donde Silvertongue tiene una habitación permanente (Lámpara Roja). Ella es la única persona con la que se sincera y atreve a compartir sus pensamientos, aunque eso no quita que no siga cobrando por sus servicios. Nyrix es dama de compañía y son muchos los que la tratan de confidente, logrando haberse hecho con un gran número de íntimos secretos, confesados entre gemidos.

Su rival es Skannon, el Magnífico, el actor principal de una compañía de teatro rival. Al igual que él, juega sucio a la hora de quedarse con los mejores papeles y no tampoco duda en hundir a Silvertongue y su reputación.

Antes de conocerse, Silvertongue descubrió que Skannon y su compañía habían sido escogidos para interpretar una importante tragedia. Silvertongue lo sedujo y aprovechó su lujuria para disolver un potente somnífero en el vino de este. Cuando Skannon salió de entre las sábanas era demasiado tarde. El promotor de la obra, viendo la ausencia del actor principal, había tenido que contratar de urgencia a Silvertongue y a los Nómadas para que interpretaran la obra.

Toda una suerte que todos se supieran sus papeles a la perfección.

Skannon, herido y humillado, ha jurado que lo verá sufrir.

 


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