martes, 13 de octubre de 2020

Guía de viaje del Padre Stone - Vuelta 6 - Forgiven Desencadenada


La "Guía de viaje del Padre Stone" es el nombre que reciben una serie de posts de género fantástico-medieval, pertenecientes a la saga de relatos: Forgiven Desecadenada, que se haya ambientada en un mundo de creación propia llamado Gloom.

Si este es el primer relato que habéis encontrado de la sección os invito a leer la introducción a la misma aquí. Si deseáis empezar directamente a leer desde el primer capítulo podréis hacerlo desde este enlace. Y si en cambio queréis echar un vistazo a todos los capítulos publicados hasta la fecha, podréis hacerlo aquí o pulsando en "Guía de viaje del Padre Stone" en las Categorías del blog, situadas a la derecha de esta entrada. 

------------------------------------------------------------Sexta Vuelta

"A todo aquel que se atrevía a convocar sus dones, el Dios de la Muerte le exigía vida."



Queridos lectores, ¡qué Crystaline guíe vuestros pasos y conduzca vuestro corazón lejos de Forgiven! Oíd cuando os digo que una de las más importantes sugerencias de esta guía de viaje es que jamás os acerquéis siquiera a los Pilares del Mundo, donde se esconde la Ciudad de los Esclavos. Y no sólo lo digo porque medren en sus desfiladeros algunas de las más nocivas criaturas de Gea, como son las arañas y escolopendras; sino porque son atroces compañeras de esta urbe la miseria, la catástrofe y la desgracia como no lo son en ningún otro lugar de Gloom.

Y cuánto debe complacer esto al Rey de los Dioses, pues esta y no Diven habría de ser la ciudad que ostentara el atroz honor de contar con su Gran Templo. No me cabe duda de que no hay emplazamiento más cercano en espíritu que este al sombrío reino de El Negro.

¡Oh, dioses! Pese a que mi alma es demasiado joven para jamás haberlo vivido, añoro aquellos ciclos en que habitaban estas montañas los más libres e indómitos de los lysandros. Debió haber sido un tiempo hermoso. La feliz Hiden, la Ciudad Rebelde, amada por Dios y rodeada de argems infinitos. Sin cautivos, tiranos o esclavistas. Sin Oscuros.

Pero hace mucho que el caprichoso Crystaline retiró su bendición de estos colosales riscos. Hiden cayó y con ella la Rebelión y el espíritu de la guerra sagrada. Del antaño alegre recuerdo solo restan los radiantes argems, lugar de reposo del Dios de Cristal, hundidos en las entrañas de la roca inclemente.

Estoy seguro de que el hermano Somnus comprendió hace tiempo aquello de lo que yo tanto he tardado en percatarme. Somnus pertenece a la sagrada orden de buscadores de Crystaline, pero poco queda aquí de la deidad a la que profesamos nuestra fe. Esa debe ser la razón por la que con tanto ahínco quería abandonar este lugar maldito. Este no es hogar para los verdaderos creyentes. El viejo sólo es un ejemplo.

Pero yo siempre me he negado a aceptar la hegemonía de El Negro y su Iglesia, incluso en este lugar, que hiede más que ningún otro con la pestilencia del Dios de las Profundidades. Incluso con sus diestros asesinos tras mis pasos no podía permitir que me achantaran de cumplir la sagrada misión para la que he sido elegido por Crystaline. Debía lanzar un desafío. 

Mi madre siempre decía que desde el momento en que salí de entre sus piernas ya supo que iba a ser un lysandro rebelde. Cuánta razón tenía.

Digo todo esto, queridos lectores, para que podáis comprender con una mayor facilidad el porqué abrí los ojos mucho antes que mis compañeros en la vuelta señalada para cumplir el encargo de Vice y me dirigí a una vuelta tan temprana hacia las puertas del oscuro Templo de El Negro de Forgiven. 

El santuario, como el de Crystaline, se encuentra situado en Ciudad Alta y flanqueado por las mansiones y fincas de hueso de los Notables esclavistas. En esta ocasión, me temo que no podré aconsejaros que os mantengáis alejados del lugar como viene siendo costumbre en esta guía de viaje, pues estoy seguro de que todo aquel que haya sufrido la desgracia de perder a un buen amigo o a un familiar ha tenido la necesidad de acudir a velar por su alma en alguna de las casas del Dios de la Muerte.

Sé que con probabilidad esto sorprenda a aquellos que jamás han abandonado su ciudad de origen, pero a diferencia de los templos consagrados al Dios de Cristal, todos los Templos de El Negro presentan un mismo patrón simétrico en su arquitectura. Todas son construcciones cuadradas en su interior que desde fuera hacen visible un capitel triangular y desde dentro presentan una bóveda semicircular que recorre desde la entrada circular hasta el otro extremo del edificio. La lisa fachada de apagado basalto está rodeada por un peristilo porticado de columnas cuya altura y grosor varían según la importancia del santuario en cuestión, si bien siempre cuidando la armonía con el resto de proporciones. 

Una vez leí las palabras de un Sacris que escribió que la belleza de los Templos de El Negro había sido inspirada a los sacerdotes por su dios en base al concepto del equilibrio de una muerte sagrada. 

Que Glow me lleve si entiendo las palabras de un Oscuro, pero he de confesar que hay algo que suele transmitirme serenidad al contemplar la sobria elegancia de la que hacen gala estos imponentes edificios.

No obstante, el fétido olor del hierro nada más cruzar el arco de entrada provocó en mi alma un terrible miedo que amenazaba con atenazar mis músculos. Tenía delante a una gigantesca efigie de El Negro a cuyos pies hervía un rugiente manantial de sangre. Por todo lysandro es conocido el aterrador aspecto del Dios del Engaño, por lo que no mancillaré estas palabras con su descripción.

Pese a lo temprano de la hora, varios fieles rezaban solos y en silencio, derramando su sangre en los cuencos de las capillas situadas en las paredes interiores del templo. Una parodia de nuestras ofrendas de oro y plata. La cantidad de sangre derramada determinaba cuán formidable sería la súplica elevada al dios y cuán dispuesto estaría este a conceder su favor. A veces, con unas gotas del propio líquido era suficiente; otras, se mostraba mucho más severo en sus demandas. A todo aquel que se atrevía a convocar sus dones, el Dios de la Muerte le exigía vida. 

Inspiré siete veces y continué mi camino haciendo caso omiso a las miradas hostiles de los centinelas que veían como un blasfemo a aquel, que vestido con el blanco hábito de un sacerdote de Crystaline, se había atrevido a profanar con su presencia la casa de su dios. No se equivocaban. 

Malditas sombras. No había hecho más que empezar.

Ellos me habían atacado a las puertas de mi hogar. Ahora yo llevaría la guerra al suyo.

Con reverencia me senté sobre el brillante suelo de mármol y saqué de la bolsa todo lo necesario para elevar mi plegaria a Crystaline: un pequeño cuenco de plata, un argem y una sigma de oro para mi ofrenda.

Ningún dios de la Triada impide a los lysandros rezar al resto de sus hermanos, no obstante, el hogar de cada uno de los dioses es algo tan sacrosanto que a duras penas se permite alguna vez la presencia de los Sumos Sacerdotes de cada orden en el santuario de su dios opuesto. No, lo que estaba a punto de hacer solo tenía un nombre.

Sacrilegio.

De inmediato escuché un furioso siseo y de igual forma que una serpiente rodea a su presa antes de la asfixia, una muchedumbre de sacerdotes de El Negro se abalanzó sobre mí empuñando sus curvadas dagas.

No pensaba permitírselo. Con un movimiento diestro lancé la moneda al aire peligrosamente cerca del cuenco y la recogí con la misma mano con la que la había lanzado.

La amenaza había sido clara. Ni siquiera hizo falta que ensuciara mi lengua con ellos. Sabían que no me habría atrevido a desafiarles de este modo si Crystaline no me hubiera elegido.

El acero de sus armas centelleó al ser envainado de nuevo, no sin cierta resignación. Los sacerdotes dejaron de sisear y guardaron silencio, mientras más de sus hermanos se unían a ellos. Pronto me sentí como una diminuta isla blanca en un mar de mantos oscuros. Esos demonios habrían aprovechado cualquier debilidad para acabar conmigo, y ya me había quedado claro que el traidor de Puro no movería un dedo por evitarlo.

Pronuncié en alto el nombre de Somnus, pero entre sus filas no hubo respuesta.

Eso me enfureció. Sacaría a esa rata de su madriguera costase lo que costase.

Con seguridad, volví a lanzar la moneda al aire y la recogí justo un instante antes de que cayera sobre el plateado fondo del cuenco.

Volví a pronunciar el nombre de mi hermano, y fue entonces cuando el culpable surgió de entre sus filas con el rostro al descubierto.

Wraith no decepcionó mis expectativas. Aunque su faz bien reflejaba la palidez cadavérica y los ojos muertos de todo sacerdote de El Negro, algo en la expresión de su cara me indicaba que aquel era un lysandro especialmente malvado. Puede que fuera Crystaline el que me lo revelara, aunque también puede que fuera mi propia intuición.

No dudéis en que hice reconocer a aquel bastardo que él y Fear habían sido los causantes de la ausencia de Somnus. Ni siquiera fue necesario mancillar el Don de Proto convocándolo allí. Me bastó con valerme de mis propias habilidades retóricas, pues siento que no podría llamarme a mí mismo confesor de lo contrario. Ahora bien, que esa infame sombra me hubiera revelado el paradero de su cautiverio habría resultado demasiado esperar. 

Satisfecho al confirmar mis sospechas, salí del templo de El Negro con una enorme sonrisa en el semblante. Wraith había confesado ante una multitud de sus propios fieles lysandros y ante sus propios hermanos. La voz de mi hazaña se correría pronto y con total seguridad llegaría a los oídos de la ciudad entera. Estoy seguro de que mi alegría debía ser un ultraje. Había desafiado al Rey de los Dioses en su propio hogar y había salido vivo y victorioso. Por sombrías que resulten las circunstancias no puedo evitar reír al recordarlo, así como ríe el joven que sale victorioso después de provocar a la muerte. 

Desgraciadamente, Crystaline no podía bendecir todos nuestros pasos esta Vuelta, y apenas conocemos mucho más sobre el paradero del Mason de lo que conocíamos al salir de la casa de Vice. Si el Notable se halla muerto, escondido o bebiendo ambrosía en Risen es algo que de momento escapa a nuestro conocimiento. 

Nuestra única pista la hallamos en el Crisol, el lugar donde el esclavista había sido públicamente visto por última vez. Interrogando a uno de los trabajadores, Vanish corroboró la información que poseíamos hasta ahora y averiguó que solían transportar hasta allí al obeso lysandro portándolo en una "caja", por lo que presumo que el esclavo se refería un palanquín, un carruaje o algo similar, instrumentos bastante utilizados por los Notables cuando tenían que recorrer largas distancias.

Por otra parte, Forgeron y yo nos ocupamos de remontar la ruta en Ciudad Alta que el esclavista y su séquito habrían seguido hasta llegar a la mansión de este, pero no hallamos pista alguna que nos ayudara en nuestra búsqueda.

Al pasar frente a la morada de Mason observé la reacción de Forgeron, que permanecía tan inalterable como de costumbre. 

El regreso de nuestro compañero sano y salvo había sido celebrado por mí, pero no tanto por Vanish. Maese Forgeron arribó al Kandro Feliz a la doceava vuelta, la más tardía de las menores, y nos relató el motivo de su ausencia con su natural habla sosegada, pese a lo muy increíble de su historia. 

Sus superiores le habían encargado en calidad de mercenario que debía escoltar un cargamento de herramientas nuevas desde el Taller hasta uno de los campos de argems de Vice, en el Distrito Gris. Allí había sido asaltado por unos lysandros sin capa ni blasón que deseaban hacerse con la preciada carga. Ante esta tesitura, Forgeron había decidido mantener su tapadera de mercenario y luchar contra los lysandros, pese a la posibilidad de que se tratasen de los rebeldes que buscábamos. A ambos nos confesó que había tenido que hacer uso de su magia para contenerlos. Tragué saliva y miré a Vanish, prometí a mi amigo con un gesto que más tarde le pondría al corriente del verdadero significado de sus palabras. 

Vanish no confía en él. Cree que bajo su aire sosegado se esconden las mentiras de un traidor a nuestra causa. Piensa que nos ha traicionado y que si todavía no lo había hecho lo hará pronto. Me dijo, apenas unas vueltas antes de su huida, que nos abandonaría en el momento en que más lo necesitáramos. "No hace falta venderse a los Oscuros para convertirse en un traidor", esas fueron sus airadas palabras. 

Traté de quitarle la negra idea de la cabeza, pues Vanish parece haber olvidado que fue la plegaria del de Diven aquella que lo salvó de la muerte. Pero el pequeño ha sembrado en mí la sombra de la duda y la nueva ausencia de Forgeron me impide conciliar el sueño. 

Cuando le pregunté al herrero sobre las armas del Taller y la lealtad de Ferros se limitó a asentir con la cabeza. ¿Tenemos siquiera asegurado que no nos mintió?

Aunque su relato fuera cierto, ahora que había sido obligado a utilizar sus poderes de esa forma se había descubierto como Garip, por lo que era imposible que si alguien le reconocía volviera a pasar desapercibido. Su mera presencia es un peligro para nosotros y para el futuro de la rebelión. 

Tributo de Sangre. Destinado a ser odiado por todo argem de color. Destinado a caer en sus garras.

Vanish acaba de entrar en mi alcoba. Probablemente haya visto la luz de mi candil bajo la puerta. Me ha dejado caer la idea de asesinar al herrero cuando regrese a la taberna. Si es que regresa.

Por supuesto que me he negado. No teníamos las pruebas suficientes. Su nueva desaparición podría tener otro motivo, cual fuera. Lo estaba juzgando demasiado rápido y no teníamos las pruebas suficientes para considerarlo un traidor. 

Él se ha encogido de hombros y se ha marchado de la habitación. Sabía que reaccionaría así. Esperaba mi respuesta. "Los Oscuros no necesitarán pruebas para ejecutarnos", esas han sido sus últimas palabras. 

Me niego a aceptarlo. Si Forgeron fuera un traidor Crystaline me lo habría revelado, ¿no es cierto?

Aunque es cierto que ni Forgeron ni yo hallamos ningún vestigio sobre el posible destino del esclavista, sí creo haber de describir el hogar del Consejero de Canteras por la profunda impresión que me causó.

Mason había sido nombrado por el gobernador Consejero de Canteras, un cargo que le dotaba de las potestades de exploración, extracción, gestión y venta de la mayor parte de los yacimientos mineros de mármol, granito, caliza, pizarra y gloomita que pertenecían a la ciudad. Como os podéis imaginar, eso dota al Notable de unas lucrativas ganancias a título personal por todo el material que lograba vender a los comerciantes y a los otros esclavistas una vez este había sido pulido en bloques. La calidad de su producto es muy superior a la de Risen o Darken y la eficiencia de una producción enteramente basada en mano de obra esclava resulta enormemente rentable para cualquier burgués. De hecho, su propio blasón es reflejo de ello: gris sobre verde, dos picos cruzados sobre una montaña.

Los beneficios de ser el primero en la fila en el reparto del elemento más importante de Gloom quedan en evidencia al contemplar su residencia. 

Donde la mansión de Vice me había recordado al palacio de un aristócrata de Lysan, la morada del Notable Mason me recordó a una inexpugnable fortaleza. Esta es algo más pequeña que aquella, sin embargo, antes que resultar un inconveniente, su reducido tamaño solo la haría más fácilmente defendible llegado el caso de un ataque. Todo el recinto de su propiedad se encontraba amurallado de una cerca tan alta y gruesa que parecía una ciudad en miniatura, con su propio patio de armas y torre del homenaje. Esta es un bastión en sí mismo, de compacto sílex, con terribles gárgolas de hueso y enormes ballestas como amenazante ornamento. 

Vi que muchos de los que guardaban el fuerte eran mercenarios, pero para mi sorpresa, la torre estaba en su mayoría guarecida por los mismísimos Capas Grises, cuyo manto del color de la gloomita ondeaba en sus puestos de vigilancia. La fortuna del Notable debe ser digna de admirar si puede permitirse sobornar de esta forma a la propia guardia de Forgiven.

Recuerdo que pensé en ese momento que Mason, en su locura, debe ser un lysandro ciertamente amante de la seguridad. O uno con muchos enemigos.

Una vez estuvimos los tres juntos y hubimos compartido los más bien pobres resultados de nuestra infructuosa búsqueda se me ocurrió que quizá podríamos hallar alguna posible ayuda entre los lysandros y esclavos de las canteras asociadas al Notable. 

¡Qué El Negro sangre sobre mi nefasta ocurrencia! Quizá si no hubiéramos acudido a ese lugar plagado de penurias Forgeron todavía seguiría con nosotros. 

Los tres nos separamos al llegar al Distrito de la Piedra. Incluso con los esclavos de Vanish con nosotros, el terreno era demasiado vasto como para cubrirlo con facilidad. Dividirnos era la única forma de cubrir todo el terreno posible. Y la más peligrosa. 

Miserables. No hay otra palabra para describir las condiciones de vida de los esclavos. La mayoría de los que se dedican a la minería trabajan en ambientes hostiles y de aires nocivos, poco iluminados y carentes de la seguridad que tendría un usuario de magia frente a un posible derrumbamiento. Sucios, hambrientos y enfermos, algunos acaban siendo presa de los demonios que acechan en las profundidades de la tierra. Otros fallecen a causa de la escasez de la higiene y las plagas, que por algún motivo eran más contagiosas en ellos que en los lysandros. Pero, la mayoría de ellos muere de puro agotamiento cuando se hacen demasiado viejos para continuar trabajando al ritmo de más jóvenes. Y los que son capaces de llegar a una edad avanzada son despellejados por los Capas Grises y exhibidos sus huesos en las casas de los esclavistas. Perezosos. Llegar a viejo implica no haber trabajado lo suficiente. 

La Segunda Ley Oscura es implacable.

Las condiciones de los esclavos que trabajan en las canteras de Mason son un poco mejores que las del resto, pero no creáis que esto es a causa de la magnanimidad del Notable. Más bien me pareció que se trataba del desinterés en la gestión de su negocio el que había hecho que los capataces relajaran la naturaleza de sus abusos. 

Tras llenar los bolsillos de los guardias y capataces con una considerable suma, sobrepasé la pequeña empalizada que bordeaba el filón y bajé hacia la zona de trabajo de los esclavos, llenando de polvo mi alba túnica. 

Cada una de las canteras es un pequeño yacimiento a modo de socavón en la tierra. Se hallan rodeadas de una pequeña empalizada de gloomita que separa la zona de trabajo y los edificios cercanos, tales como almacenes para la piedra; cobertizos para las herramientas; barracones para los esclavos; y puestos de guardia para los Capas Grises. 

Me mezclé entre los esclavos y aclarando mi prístina voz traté de dirigirme a ellos, pero afanados como estaban en su tarea apenas hicieron caso a mis palabras. 

Maldición. Tenía que hacer que me escucharan de alguna forma.

Rebusqué entre los bolsillos de mi túnica y Crystaline me proveyó con un puñado de gammas que me apresuré a repartir entre los esclavos. Acompañé la plata con algunos mendrugos de pan duro que nos habían sobrado de las provisiones del camino a Forgiven. Les hablé de la Primera Regla, les dije que había sido enviado por el Dios del Cristal para otorgar paz a sus atormentadas almas y debían escuchar lo que tenía que decirles. 

Algunos aceptaron mi pan y mis monedas con curiosidad, pero la mayoría me miró como si estuviera loco y miraron a sus capataces. Ellos, con los bolsillos rebosantes del oro de Crystaline, rieron a carcajadas y negaron con la cabeza, divertidos por mi situación. Ante la negativa de sus superiores, los esclavos continuaron con su fatigoso trabajo sin prestarme un ápice de su atención por mucho empeño que pusiera en ello.

Frustrado, abandoné la cantera olvidando el motivo que hasta allí me había conducido. 

Ahora sé cuál era la razón de su indiferencia. Ni mi voz ni mis argumentos fueron el problema entonces. No soy uno de ellos. Pese a que mi fe en Crystaline me empuja a verlos como mis hermanos lysandros ellos no ven en mí a uno de sus semejantes, sino a otro de sus detestables amos. Concretamente a uno incapaz de ordenarles nada. 

Por El Negro. ¿Como puedo persuadirles de que deben romper sus cadenas si se niegan a escuchar mis palabras? ¿Cómo debo convencer a aquel niega a escuchar siquiera?

Nunca me seguirán. Al menos no a mí.

Me reencontré con Vanish y sus esclavos en el lugar en que habíamos acordado. Su respiración estaba acelerada y la hoja de su daga manchada de sangre. Cuando le exigí una explicación se limitó a encoger los hombros mientras sonreía con malicia. Yo suspiré como respuesta. 

Forgeron no apareció por muchas vueltas que aguardamos. Ya valoraba la posibilidad de acudir en su búsqueda cuando la repentina aparición de una cuantiosa patrulla de Capas Grises nos convenció de que retirarnos a un lugar seguro era lo mejor que podíamos hacer por ahora. 

Conforme nos alejábamos del lugar empecé a escuchar los primeros cánticos. Las potentes voces de los mejores de su raza reverberaban en la acústica de la cantera y se elevaban en un tono tan grave que hizo vibrar los argems de mi bolsa. Pronto nuevas voces de las distintas canteras se unieron a su música. 

Los esclavos de Forgiven entonaban a coro la más antigua y hermosa de todas las canciones lysandres, una melodía que se remontaba a los tiempos más oscuros y trágicos de nuestra raza y que todo esclavo tenía esculpida en lo más profundo de su corazón de cristal. 

Cantaban la tonada de un pueblo exiliado de su hogar, la triste letanía de los que se sabían castigados con la muerte, el apenado himno de aquellos que sabían que su libertad les había sido arrebatada. 

Desde la época de la primera rebelión las sagradas armonías del Cocito habían pasado furtivamente de padres esclavos a hijos esclavos y no habían sido pocas las veces que los Oscuros habían tratado de acallar el salmo de los condenados por temor a la unidad entre los esclavos. Pero nunca habían sido capaces, queridos lectores, pues todo aquel con alma de lysandro tiene esculpida la amargura del Cocito en lo más profundo de su corazón de cristal. Esa es la marca que la Traición dejó en nuestra alma. 

Puede que no todo esté perdido. 

Solo tenemos que liberarlos. 

Y ellos cambiarán su canción por un himno de guerra. 

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